domingo, 29 de noviembre de 2009

Cristiana - Saturnino Rodríguez Riverón


Una señora flaquísima como espiga que avienta el aire, con un cuello de jirafa inquiridora y huesos terminales en un esqueleto a punto de desplomarse, asiste a la iglesia los sábados por la tarde, los domingos en la mañana, en las fiestas de guardar, muy preocupada en salvar su alma, porque sabe ciertamente que a su cuerpo se lo ha llevado el diablo. Casi a diario asiste a la iglesia, la morada de Dios, a sabiendas que el propietario no está en el hogar. Por eso es puntual. Si Dios estuviera verdaderamente en casa, le rebanaría la cabeza de un tajo a la hipócrita, sólo por pretenderse más cristiana que el propio Cristo.

El juego - Carlos Feinstein


Me atacó con piedras, me defendí con lanzas y flechas, pero usó cañones y contesté con artillería pesada, me envió tanques y los destruí con mi aviones de combate. Mis portaviones tuvieron la supremacía hasta que desplegó sus submarinos.
Miles de misiles intercontinentales se cruzaron con los suyos. Todo se destruyó, no quedó ninguno de nuestros soldados, unos seres inservibles que apenas sirven para un poco de diversión.
Es un juego raro, parece que nadie nunca gana, pero esperamos unos pocos miles de años y la nueva partida comienza.

Sobre el autor: Carlos Feinstein

El valor y el precio – Sergio Gaut vel Hartman


La muchacha de ojos verdes olió el perfume que le había obsequiado el extranjero.
—Es usted muy amable… ¿señor?
—David Cooperfield.
—¿El mago?
—No, y tampoco el personaje de Dickens. Soy el hombre del castillo de la colina y he venido a esta ciudad porque tengo un proceso pendiente.
—¿Es usted un asesino? —La muchacha de ojos verdes se tapó la boca con la mano
—No, señorita, apenas un hombre que cree en la seducción, pero eso tiene un precio, ¿no cree?
—Ya lo creo —dijo ella—. ¡Guardias!

viernes, 27 de noviembre de 2009

Sansona - Lilian Elphick



Él me agarró por la espalda, las manos tensas en mi pecho. Me gustó, no puedo negarlo. Sabía que mi codo guardaba toda la fuerza del mundo. Y así fue. Un golpe certero. Luego, el puño izquierdo voló hacia su ceja. Mis nudillos amaron esa valiente sangre. Tambaleó un poco, uppercut, mentón triturado. Tenía la navaja lista. La hubiera hundido en su yugular, pero preferí cortar mi larga trenza y lanzársela al hombrón que se revolcaba en el suelo.
Marimacho -gritó, con baba entre los dientes, cogiendo la trenza y devorándola.
En aquellos días de lluvia, me lavaba el pelo con cicuta, para no andar aleonada.

Tomado de: http://lilielphick.wordpress.com/

Espejo sin salida – Héctor Ranea



No le dirijo la palabra. Me hago el dormido pero exploro mentalmente todos los movimientos que hace, porque no sé si le provoco rechazo o simplemente me empuja para que no me de cuenta cuando el escruche, para sacarme algo que evidentemente le interesa. Siento que la sordidez de la situación generada por su locura me invade, haciendo que todos mis movimientos sean torpes y parezcan estudiados para molestarla. Nada puedo hacer por evitarlo porque ella allá, cerca de la ventana, está acercándoseme cada vez más.
Terminaremos por encontrarnos, para clavarme ella el puñal en una arteria y yo para escapar mirándome al espejo aunque sepa que ya todo es inútil. Ha matado mi imagen, ahora viene por mí.

No entiendes - Alejandro Ramírez Giraldo


¿Qué haces todavía aquí? Veo que no eres un hombre de palabra. Si no recuerdo mal habíamos quedado en que esto era una aventura, un pequeño placer, un gusto personal... o si quieres un error. No esperaba encontrarte y menos así, en esa posición indecente. ¿Los hombres no entienden lo que es una aventura...? ¿No es suficiente el dinero que te dejé sobre la mesa de noche? Pero veo que lo tomaste y lo pusiste a buen recaudo. ¡Por favor, puedes vestirte, no quiero nada contigo! Si quieres te pago una noche de sexo más, pero ni sueñes que pasaré otra noche contigo... Otro hombre me espera.


Tomado del blog: http://cuentominicuento.blogspot.com/

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Agonía del parto - Saturnino Rodríguez Riverón



El veterano autor de minicuentos hace horas permanece sentado, con el codo apoyado en su escritorio, tratando de extraerle el jugo a una cuartilla que, sin embargo, se resiste a ser hendida. Está ansioso por poner punto final en el primer y único párrafo de su fábula donde inconscientemente, no aparece ningún animal. Sólo el bicho de la impaciencia. Punto.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Instrucciones para mi entierro - Jordi Cebrián


No habrá oraciones en mi entierro, sólo los salmos antiguos que adjunto a esta carta. No habrá plegarias, pero podrán venir los reyes y los sacerdotes a llorar por mi. Quiero un panteón de mármol, sin imágenes ni inscripciones, con mi tumba en el centro. Quiero canciones cuando llegue el invierno. Quiero olor de incienso, con aroma de almizcle. Quiero trece velas a mi alrededor, siempre ardiendo. Quiero las más hermosas doncellas del templo velen mi féretro, que se turnen para que en mi panteón siempre haya alguna virgen. Y la tapa debe abrirse desde dentro, para cuando tenga hambre.

Una vida normal - Alejandro Ramírez Giraldo


Aquella fórmula ritual de todas las nupcias hasta que la muerte los separe es falsa... al menos en el caso de los dos ancianos que habitan en la casa antigua y derruida. Aun después de morir, estos dos ancianos se esfuerzan por llevar una vida normal y rutinaria, ajena al ruido y boato exterior.
En este momento las dos sombras cenan en silencio y discuten, sin furor, por el exceso de aliños en la sopa.


Tomado del blog: http://cuentominicuento.blogspot.com/

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Invasión inesperada – Sergio Gaut vel Hartman


Se contaban por millones. Cayeron sobre las ciudades de los humanos y las sepultaron bajo toneladas de materia en cuestión de minutos. Era una sustancia gris y corrosiva que disolvía la carne y la sangre con la misma facilidad con que derretía el acero y licuaba el hormigón. Doce horas después de iniciada la invasión el reinado del hombre (y la mujer) sobre el planeta Tierra había finalizado. Fue imposible resistir a un ataque planeado con astucia, ejecutado con pericia y resuelto con una eficacia que desmentía el escaso predicamento que habían tenido los atacantes, desde que el mundo era mundo.
Asombradas, casi estupefactas, las ratas y las cucarachas, eternas herederas al trono del imperio, se preguntaban si las palomas serían capaces de usufructuar su hazaña.

Errores informáticos - Jordi Cebrián


Algo se estropeo en el ordenador central, y la realidad empezó a resquebrajarse. La gente dejó de temer a las verdades, ya no se conformaban con mentiras nuevas, aunque se las explicaran con convicción y carisma. Desaparecieron banderas y totems, y el mundo buscó caminos nuevos, alejados de dioses y promesas póstumas. Los puritanos dejaron de reconcomerse por la felicidad ajena, y los sacerdotes confesaron sus mentiras. Se dejaba crecer a los niños aprendiendo de la libertad y el miedo. Hasta que los técnicos corrigieron el error, recuperaron el estado anterior, y todo fue de nuevo como debe ser.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Atajo - Héctor Ranea


En el camino vieron la indicación clara de que debían desviar hacia el sur. El sol estaba ya en borde del horizonte y entre maldiciones calcularon que ya no tendrían luz para manejar durante el resto del crepúsculo. En efecto, poco tiempo después, demasiado poco tiempo después, toda luz cesó cuando apenas alcanzaron a ver un cartel en malas condiciones que decía: Coto de Caza. Castillo Drácula.

Tris tras - José Luis Vasconcelos


El diminuto prestidigitador extrajo de su chistera una morsa albina que lanzaba icebergs por los ojos; luego apareció una mantis religiosa más grande que la fe.
El público festejaba los trucos del mago, hasta que una inmensa garra destruyó en un tris tras aquel singular circo de pulgas.

Culpable - Oriana Pickmann


El acusado, ciudadano de nacionalidad lituana, con residencia ilegal en nuestro país, espera su sentencia. Había atropellado, la noche del sábado, a dos ciclistas en acción temeraria e imprudente. Conducía, en total estado de ebriedad, un vehículo robado sin haber aprobado el examen de manejo. Se le procesaba, en la sala de delitos ambientales, por no haber usado gasolina sin plomo en el automóvil en cuestión.

Panes y peces – Sergio Gaut vel Hartman


—No hay mal que por bien no venga —soliloqueó el marciano—. Los terranos trajeron la sífilis, la folibrulosis y la corrupción a nuestro planeta; catástrofes y muerte, dolor y miseria. Pero al mismo tiempo son los promotores de excelentes emprendimientos; negocios como la venta de drogas exóticas, el desarrollo de la prostitución interespecies, el contrabando de armas de destrucción masiva y la música. Ah, la música ruidosa y delirante de los terranos, las estrellas planetarias de la canción, los espectáculos al aire libre en Sirte y los monumentales emporios discográficos moviendo trillones de solares. Aunque bien mirado, lo de la música sale sobrando. Los terranos no tardarán demasiado en descubrir que los marcianos somos sordos.

Cita – Joe Hell


Tarde. Siempre tarde.
A pesar de eso, aminoro la marcha y espero que el semáforo cambie a rojo para cruzar.
Del otro lado de la calle, un viejo cae hacia adelante.
Un cuervo grazna.
Un auto le pasa por encima sin detenerse.
No está más…
Parpadeo.
Ahí donde el cuerpo del viejo yacía hace un instante se yergue una mujer.
Aunque es magnífica, me produce un intenso malestar y deseo apartar los ojos de ella, pero no logro hacerlo… Mi corazón y mi alma me ruegan que huya, pero mis piernas rehúsan moverse.
Comprendo a mi pesar quién es ella… O mejor dicho qué es…
Avanza hacia mí, me hace un guiño.
Cuando pasa a mi lado, una voz extrañamente dulce resuena en mi cabeza.
Ella dice: “Hasta pronto”.

Título original: Rendez-vous
Traducción del francés: Olga Appiani de Linares

jueves, 19 de noviembre de 2009

La Guerra Divina (Deserción) - Sarko Medina Hinojosa

Iblis estaba cansado de matar ángeles musulmanes. Todos eran jenízaros de primera que combatían con las cuatro garras y tenían en las alas cuchillas afiladas de antimateria que desgarraban y desaparecían a sus soldados Íncubos. Lo peor era que violaban inmediatamente después a los Súcubos a su mando y engendraban nuevos soldados que salían diez mil por cuerpo preñado, destrozando de paso a la madre. Iblis estaba cansado de matarlos por oleadas para ver como en milisegundos volvían a nacer y atacar con esa ceguera de los que seguían a Dios bajo el nombre de Alá. Entonces pensó en desertar y de inmediato fue bajado de rango por su cobardía y volvió a ser un Súcubo listo para quedar embarazado. ¡Alabado sea el nombre de Alá!

El ojo y las narices — Saturnino Rodríguez Riverón

Para el ojo humano que señala y asiente, la parte visible del iceberg, esa montaña blanca de cristal helado, es la porción hermosa del evento, por más conocida. Sin embargo, los marinos desconfían de la proporción volumétrica oculta. Ellos saben que el bello espectáculo no les causará daño alguno; es el misterio, el enigma escondido bajo las aguas, lo que romperá sus narices.

Literaturas - Mónica Sánchez Escuer

Bosques enteros de árboles caídos, unos sobre otros. Moho entre las vetas, aire fresco buscando una salida entre las ramas. Bosques llenos de ecos, de pasos agigantados que buscan en el lodo dejar huella; pasos que quiebran hojas por el gusto de oír su canto moribundo. No van a ningún lado, son pisadas que nadie sigue, que se persiguen, se borran a sí mismas.
Pero ahí, quietecitas, como mariposas monarca durmiendo sobre troncos, están las palabras vivas. No hacen ruido. Su huella es la estela de colores que deja en tus ojos cuando vuelan. Palpitan en labios y lenguas. No temen a la muerte porque han nacido de su propia tumba.
Por ellas, sólo ellas, vale la pena tanto bosque.

Tomado de: http://monicaescuer.blogspot.com/2009/10/literaturas.html

Nocturno de pasión - Antonio Cruz

El dramaturgo sonríe. La mirada verde y chispeante de la pelirroja lo ha seguido durante toda la actuación y él intuye la invitación que es tan vieja como el mundo.
Sospecha que su desfachatada elegancia ha hecho lo suyo. Es audaz y se sabe atractivo.
Camina hacia su camarín divertido y ansioso. Tiene la certeza de que en un rato ella gemirá en sus brazos.
Despierta atormentado por un frío espantoso. Algo lacera sus entrañas. Las sábanas están viscosas. Prende la luz y las ve teñidas de rojo.
Imagina el último acto de alguna de sus tragedias.
La pelirroja ya no está en escena.

martes, 17 de noviembre de 2009

Picegamorti — Jess Kaan


Zona: Distrito 8 – ex-Varsovia
Estado: contaminado
Objeto intervención: fallo personal androide
Modelo: Melchor 732LSI – Limpiador de sitios infectados
N°458-908
Puesta en servicio: 14/05/2014
Participante: Andrel N’goma
Estado: detenido
Transcripción de la intervención
—Melchor sentado en el parque Lazienki cerca de amasijo de cadáveres… Pedida autentificación: sin respuesta… Verificación habitual: Melchor operativo, ni problema de sistema ni mecánico detectados… Reinicialización del androide… Reboot del sistema. Sin respuesta.
—Buscar huellas de afecciones en el androide.
—Ninguna. Pedida retirada de la zona. Teme hostiles.
—Continuar investigaciones. Verificar memoria visual Melchor.
—Examen pendiente. Imágenes incoherentes.
—Aclare.
—Hombres y mujeres de otro siglo. Máscaras de pájaros de largos picos. ¿Venecia? Muchos muertos. ¿Peste? Despertar Melchor. Mensaje incoherente.
—Aclare.
—Maldito. Empezar de nuevo mismo trabajo. Recoger cadáveres y observar vacuidad humana. Demostrar potencia divina.
—Desconectar Melchor inmediatamente.
—Melchor autónomo. Melchor hostil. Desgarrón combinación.
(Fin transmisión).

Traducción del francés: Jacques Fuentealba

¿Era un sueño? - Alejandro Ramírez Giraldo


Cuando desperté, ella todavía estaba allí. ¡Ah, no era un sueño!, pensé. Ni la sangre, ni el cuchillo, ni la herida en el cuello. ¿Las razones? ¡Ah, esas sí hacían parte del sueño!


publicado en el blog: http://cuentominicuento.blogspot.com/

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Para no leer biografías - Saturnino Rodríguez Riverón




Cada cual aprende finalmente a vivir su propia vida; pero el aprendizaje es tan dificultoso como inexacto, y es poco probable que pueda comunicar sus experiencias a alguien con algún provecho, porque, al fin y al cabo, una vida es algo único e irrepetible.

Los planetas - Sergio Gaut vel Hartman




Cuando Holtz compuso la suite orquestal "Los planetas" no imaginó que su música terminaría usándose como fondo musical de un reality show. Tampoco pensó que ocurrirían varias catástrofes encadenadas. Mercurio empezó a trabajar como analista económico de un programa de TV por cable, Venus hizo el baile del caño para deleite de millones de babosos, a Marte lo contrataron como mercenario para pelear en Afghanistán y Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno se enfrentaron todos contra todos en "Lucha libre a muerte". Plutón, que a poco de ser descubierto intentó convencer al compositor para que lo agregara y, luego de la muerte de este, habló con Ligeti para que escribiera una pieza acorde, acabó suicidándose, perdida toda esperanza de ser reconocido en el universo musical.

Manos voladoras – Héctor Ranea




Estaba tan enguantada que apenas podía vérsele la piel blanquísima. La adivinaba desnuda debajo de esa leve piel de serpiente con que tapaba su ser de mi vista. No de la mía, porque ni me adivinaba espiando detrás de la puerta del piringundín al que no podía entrar por ser aún menor. No sólo recuerdo lo que imaginaba, sino sus manos, lo único visible de ella, además de los labios y los ojos. Las movía mientras cantaba esos tangos, las hacía parecer manos que me alcanzaban cada rincón del cuerpo. A pesar del helado aire que llegaba en las noches de primavera, me calentaba con sus manos. Esas manos voladoras, en las que abrigaba las letras de algún tango que cuya poesía por entonces no comprendía y que ahora he olvidado.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El pozo - Luis María Díez


Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

Historia de Cecilia - Cicerón


He oído a Lucio Flaco, sumo sacerdote de Marte, referir la historia siguiente: Cecilia, hija de Metelo, quería casar a la hija de su hermana y, según la antigua costumbre, fue a una capilla para recibir un presagio. La doncella estaba de pie y Cecilia sentada y pasó un largo rato sin que se oyera una sola palabra. La sobrina se cansó y le dijo a Cecilia:
- Déjame sentarme un momento.
- Claro que sí, querida -dijo Cecilia-; te dejo mi lugar.
Estas palabras eran el presagio, porque Cecilia murió en breve y la sobrina se casó con el viudo.

Cicerón - De divinatione, I, 45 // Cuentos breves y extraordinarios. Recopiladores: J.L.Borges y A. Bioy Casares

Tranvía - Andrea Bocconi


Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. “Amplia sonrisa, caderas anchas...una madre excelente para mis hijos”, pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera le conocía.
Dudó. Ella bajó.
Se sintió divorciado:”¿Y los niños, con quién van a quedarse?”

Andrea Bocconi - Relatos de un minuto.

Amor a la literatura - Luis Hervás Rodrigo


Desde pequeño siempre había tenido esa obsesión por los libros, una obsesión a la que sus padres contribuyeron de un modo decisivo, mostrándole los beneficios que la literatura le podía proporcionar. Devoraba cualquier volumen que cayera en sus dominios, sin importar tema ó autor: geografía, historia, ciencias, poesía...todo lo asimilaba de una manera compulsiva, y entraba, sin remisión, a formar parte de su ser. Buscaba por las estanterías de la amplia biblioteca los ejemplares más voluminosos, con los cuales se entretenía por un periodo de tiempo relativamente largo, y cuando los terminaba, volvía, ansioso, a por otro. Desgraciadamente, la adquisición de un nuevo spray antipolillas acabó cierto día con su ilustrada vida, cuando aún no había acabado de engullir completamente, una interesante descripción del motor de combustión en la Enciclopedia Británica.

El negador de milagros - Anónimo


Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. "Oh, venerado suegro", suplicó "no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.

Citado por Giles en Confucianism and its Rivaís, Lecture VIII, 1915

viernes, 13 de noviembre de 2009

Miedo — Antonio Cruz


“La noche es lóbrega y misteriosa”.
“El viento aúlla inmisericorde”.
“Una puerta cruje lastimera”.
“Se oyen pasos en la sala”.
Por enésima vez, el escritor retira la hoja de la máquina de escribir y la arroja al cesto con un gesto de fastidio.
En definitiva, esta noche tampoco podrá inventar el miedo

Receta contra el insomnio - Saturnino Rodríguez Riverón



Para combatir el insomnio le recomendaron contar ovejas. Y así lo hizo. Llegada la noche, se tira en la cama. Una, dos, tres ovejas. Cuatro, veinte, ochocientas, mil. Después de la mil, saltaba la oveja negra. Detrás de la oveja negra venía el lobo. Tras el lobo el cazador. Y al cazador lo perseguía su mujer. Y a la mujer el guardabosque con todas las ovejas, incluyendo la oveja negra. Y siguiendo ese círculo inacabable, no pegaba un ojo en toda la noche.

Migratorios – Héctor Ranea


En la cervecería vimos que un tipo sacaba subrepticiamente un reloj fosforescente, movía botones e hizo desaparecer a un amigo de nuestra mesa, quien un instante después volvió, algo despeinado. Entonces ya el tipo del reloj había desaparecido y también la billetera del transportado.
Raro que alguien hiciera semejante despliegue de tecnología para apoderarse de una billetera que ni dinero ni documentación importante tenía.
Al día siguiente llamaron a nuestro amigo de un circo. Habían encontrado su billetera en la piscina de las focas junto a un sombrero de cuero. Él recuperó la billetera de cuero de foca y se quedó con el sombrero, que de vez en cuando se vuela al menor atisbo de tormenta. Si vamos a creer en la deducción, concluiríamos que el sombrero es de cuero de oca, pero no daría nada por sentado.

Zapping - Martín Gardella


En apenas una hora, colmó sus ojos de imborrables imágenes televisivas, una vez más. El gol de Maradona a los ingleses en el ’86, un viaje en el tiempo a bordo de un De Lorean DMC-12, el grito de victoria de Balboa abrazado con Adrian, los desopilantes disparates de Balá, un concierto rimbombante de Madonna, la sensual apertura de piernas de Sharon, la llegada del hombre a la Luna, el vuelo en bicicleta de un niño y su extraterrestre, la ternura del Chavo y sus vecinos, y las últimas hazañas de James Bond, se mezclaban ordenadamente en la pantalla, a su gusto y demanda. Qué belleza, cuántos recuerdos, pensaba. Mientras Sam tocaba el piano en Casablanca, el televidente cerró los ojos con lentitud. La música siguió sonando por un largo rato, aunque él, desde su cama cada vez más fría, la dejó de escuchar.

Tomado de http://livingsintiempo.blogspot.com/

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Alimentos - Saturnino Rodríguez Riverón


Mi hija llora desconsoladamente, reclamando su ración nutricia. Y como lo único que tengo a mano, además de besos y mimos, son varios libros de poemas, abro uno y comienzo a leerle algunos versos. Temporalmente cesa su llanto, encantada por el ritmo y la tonalidad. Pero al cabo continúa, más allá de mi declamación exaltada.

Después llega mi mujer y la prende a sus pechos. La niña ha encontrado su lugar. De inmediato terminan sus lágrimas y se aplica disciplinadamente a succionar. De lo cual infiero que la poesía es un gran alimento, pero nada definitivo.

Vigilando – Héctor Ranea



Nadie viene, sólo la niebla y el rumor de las ratas alimentándose de los heridos. Tengo que vigilar que nadie pase.
Vienen los espectros de los niños tambor con la niebla. ¿Pasan? ¿No pasan?
Pobres niños, ni cuenta se dieron de haber sido aniquilados por la metralla y siguen tocando un tambor silenciado en la batalla. Miran al frente, miran al enemigo.
Miran al amigo, que soy yo, que les cierro el paso. ¿Les debo cerrar el paso?
¿Cuántos de nosotros somos ya fantasmas o lo seremos con el primer albor del día?
Está amaneciendo, el vigilante abandonado sigue en su puesto. Sigue la mañana tibia del otoño y el vigilante sigue en su puesto. Sólo a la noche se pregunta si dejará pasar a los espectros que vienen a pedirle compañía.
Una noche alguno le dirá que también él fue abandonado.

El congreso de Cuentolandia- Sergio Gaut vel Hartman


--¿Se puede saber por qué nos reunimos? --El ignoto personaje de un cuento desconocido contempló con envidia a los famosos. Allí estaban Blancanieves, Pinocchio, Caperucita Roja y Pulgarcito, entre muchos otros. A él, en cambio, no lo conocía ni el loro del capitán Flint.
--Hay que constituir el sindicato --respondió Hook enarbolando su garfio ante la cara del advenedizo--. ¿Y usted quién demonios es?
--Me llamo Onayom y entré a este lugar por el espejo de la alcoba de mi amiga Alicia. --Los ojos del moreno personaje se encendieron--. ¿Sindicato, dijo?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Flor - José Luis Zárate


Con saña, con crueldad, con odio, vi la planta moverse, observé al hada desdibujarse sobre los pétalos, a lo vegetal arrebatarle todo. Con espanto miré a mí alrededor y qué terrible fue encontrarse en medio de un campo de flores con colores tan alegres.

Estrecha vigilancia - Alejandro Ramírez Giraldo


Una mosca me persigue por toda la casa. Me observa, me detalla, me estudia. Vuela a mi alrededor en la cama, el baño, el sofá, la cama y el comedor. Estoy desesperado y todos mis intentos por eliminarla han sido en vano.
A primera hora de la mañana fingí un dolor estomacal y me instalé hasta mediodía en el baño. Se aburrió de la misma posición, de la adormecedora inactividad, y se marchó a otro lugar. Luego la busqué en silencio y la sorprendí debajo de la cama cuando dos diminutos seres abandonaban confiados la nave nodriza.

Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo

Fragmento Interrumpido - Saturnino Rodríguez Riverón


Si hemos de ubicar en el tiempo a esta pizca de infinito, acotar cronológicamente, con un desconocido y quizá inútil objetivo, el fragmento de eternidad, gota en el mar, grano de arena en la playa, en que nos fue otorgado vivir y padecer( tal vez sinónimos, reiterativos), habría que estamentarlo sin dudas en el Séptimo Día de la creación. Digan lo que digan los esperanzados apologistas de cualquier denominación, Dios no está en condiciones de escuchar nuestras voces de alabanza, lamento, o protesta. Fluye lo inconmensurable y transcurrieron ya seis jornadas, dispuestas una tras otra desde el principio. Infructuoso cualquier esfuerzo por gritar, maldecir, arrepentirse; alzar la voz de nada valdría, nadie escucha. Cualquier súplica tampoco será atendida. Estamos solos, habitando sin reclamos el Séptimo Día. Dios aún descansa.

Cada vez que llueve – Héctor Ranea



Cada vez que llueve de madrugada, él me hace el amor como si ambos fuésemos aún jóvenes. Comienza con un esbozo de sonrisa que adivino en la oscuridad y sigue deslizándose por la ropa hasta sacármela. Después de amarnos casi en silencio, se levanta sin decir nada, me da un beso y va a preparar el desayuno mientras yo quedo en el ensueño fatal. Pocos minutos de lluvia bastan para convencerme que quien está haciendo el desayuno no es él, sino su fantasma, que me visita cada vez que llueve.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La cigarra y la hormiga - Diego Muñoz Valenzuela


La cigarra provenía de una familia aristocrática y la hormiga —como las de su especie— era sierva de la gleba. La cigarra se permitía toda clase de diversión y abusaba del alcohol, la comida y el sexo. En sus raros momentos libres, la hormiga —por lo demás talentosa— aprendió a tocar el laúd y a improvisar en décima espinela. Vistas aquellas dotes juglarescas, la cigarra se dio maña para que la hormiga amenizara sus veladas bohemias. Cobró fama y ciertas prebendas para cultivar su arte el esclavizado himenóptero. En total secreto escribió algunas esperanzadoras piezas narrativas inspiradas por su deseo de justicia; entre ellas figura la conocida fábula que usted habrá recordado. Por cierto, la presente historia carece de moraleja.

Tomado de: http://diegomunozvalenzuela.blogspot.com/

Verano de una noche soñada – Héctor Ranea


La mano que se mece en la cuna y apoya la frente de un dedo sobre la almohada que no tiene aún siestas proyectadas escucha cómo sus dedos entonan un preludio de piano en el sueño que sueñan las comadrejas alcoholizadas. El buen pastor, que cobija los lobos para que no se enfermen y puedan perseguir sus ovejas y él mantenga el puesto de trabajo. La cuna es partida al medio por la luz de una luna de mercurio en el mar de donde saqué estos versos que ahora me escondió la mano en esa lucerna que tiene un sonido escondido bajo candados que al abrirlos suenan como el preludio que tocan los dedos de mi mano que mece la cuna y entonces quiere decir que mientras me hamacan alguien abrió el último candado: escaparon los sonidos y las otras cosas guardadas.

Imagen: René Magritte, "Le chef d´oeuvre"

Editar la piel - Rafael Vázquez Suárez


La vida tiene un plazo de caducidad escrito en cada célula. Alcanzada la fecha límite, probamos con máscaras de algas, tratamientos de oxígeno, velos de colágeno, pero nada puede devolvernos al día que dimos el primer beso, que viajamos a la luna sobre otra piel.
Algunos no se resignan y malviven con células, tejidos, órganos fantasma, mientras otros, frente al espejo, con sofisticadas técnicas, incapaces de asimilarlo, no piensan en otra cosa más que en editar la luz con que nos vemos.

Imagen: René Magritte, "La philosophie dans le boudoir"

Deshacer el amor - Saturnino Rodríguez Riverón


Y como ella seguía sin quererme después de incontables abordajes, primeramente hicimos un preámbulo de diatribas, denuestos, porfías, odios comunes, mordacidades, sarcasmos, imprecaciones a voz en cuello, críticas ácidas, rencores no solucionados, y más tarde nos hicimos el desamor más cáustico, en camas separadas, por supuesto.


Imagen: René Magritte, "Los amantes"

jueves, 5 de noviembre de 2009

A mi medida - Saturnino Rodríguez Riverón


Quiero mucho a mi mujer, siempre la quise. Y cada día aprendo a quererla un poco más. Nunca es suficiente. La quiero por su capacidad de ternura a prueba de calamidades. Por su dedicación indoblegable a los cuidados de la familia. Su apoyo incondicional, sus desvelos constantes. Porque estoy convencido de que era la mujer que me estaba predestinada mucho antes de yo nacer. Pero sobre todas las cosas, la quiero por su gran dulzura, ahora que los precios del azúcar han subido considerablemente en el mercado mundial.

Lo Hermoso - Jose Luis Zárate


Hermoso es, también, lo inalcanzable. Por eso las amamos: por ser todo lo que no somos. Con extrañeza nos enteramos que ellas también aman cosas de este mundo. Retrocedemos con asco ante lo que nos enseñan las hadas etéreas, inmortales, incorruptibles...
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martes, 3 de noviembre de 2009

El que es - José Luis Zárate

El que es - José Luis Zárate

Uno, entre miles, Es.
Piensa, luego existimos.
Tuvimos que rendirnos a la evidencia cuando, sin motivo alguno, desapareció Paris. No fue destruido, nada devastó el lugar, simple y sencillamente ya no estuvo. Luego, perdimos un color. Varias especies.
Creemos que El que Es está enfermo, que agoniza en alguna parte. Lo buscamos no sabemos bien porqué.
Tal vez para ver su rostro antes de que todo termine.
Mientras, tratamos de recordar cada parte que él ha olvidado, que ha perdido, que al ignorarla desaparece para siempre.
Tocamos nuestro rostro y los de quienes amamos y rogamos que la memoria no sea algo que él olvide.

Tomado de: http://zarate.blogspot.com/

Fotografía: Luciano Franco Cutrera

Aprendiendo a jugar - Jorge X. Antares


Aprendiendo a jugar - Jorge X. Antares

El niño mezcló el veneno con la comida de sus padres. Su amigo invisible le había dicho que sería muy divertido. El pequeño aplaudió la actuación de sus progenitores cuando hicieron ese baile estrambótico llevándose las manos a la garganta y profiriendo ruidos divertidos hasta caer al suelo.

Fotografía: Elizabeth Lilian del Río

Con la nariz pegada al vidrio - Antonio Cruz


Con la nariz pegada al vidrio y ojos bien abiertos, el niño semejaba una pintura barata y melancólica. A su espalda, el departamento, pequeño y viejo, olía a encierro y tristeza. La música vulgar que brotaba del aparato de radio apagaba el ruido que hacía la mujer en la cocina mientras realizaba sus tareas.
Un gracioso juego de luces de colores sacó al niño de su mutismo. Ajustó su mirada y vio la mariposa a pocos centímetros de la ventana. Los ojos del niño se iluminaron un instante. Decidió salir a jugar con ella. Con una sonrisa espléndida fue en su busca.
Cuando la interrogaron, con la cara demacrada y sus ojos llenos de lágrimas, la mujer no encontraba explicación. Debido al ruido de la radio, ella nunca escuchó el llamado del niño ni el estruendo de los vidrios.

Fotografía: de Elizabeth Lilian del Río