lunes, 30 de mayo de 2011

Viento del norte - Daniel Fernández


Maldito seas por siempre viento del norte, acaricias el casco de mi barco y lo diriges sin remedio a un naufragio casi seguro. Agitas las bravas aguas del océano y le susurras mentiras al oído para ponerlo en nuestra contra. Encima, cobarde, no te muestras y apareces de repente, y sin dar tregua ni a mis hombres ni a mi, nos pones en manos de la muerte que acecha nuestros pasos. Por eso llamo Calm og livet a mi drakkar, porque la calma lucha contra tus tempestades y contra la muerte la vida.

Evanescencia - Lucio Maggi


Soñé un cuento. Uno bueno, eh. Me levanté pensando en anotar dos o tres cosas en mi "libreta de tramas".
—Primero, mejor me ducho —me dije.
Tomé café y le hice un par de mates a mi amor. Me vestí y me fuí al yugo.
—Un frío del orto. Y el 97 puto que no viene.
Vino, al final. Un rato después, estaba dale que te pego.
Mi cuento perfecto, bien gracias: tan bien lo arropó la rutina.

Eco - Nicolás Ferraiolo


Luego de matarlo, descubrió que por fin la casa estaba sola. Podía hacerlo: cerró los puños y empezó a gritar, enervada por la ira. De repente abrió los párpados en pánico y oyó algo lejano; era extraño, pero el sonido de su grito estaba disminuyendo sin que lo decidiera. Casi le estallan las venas por intentar retenerlo, sin embargo su alarido finalmente desapareció, aunque la intención de gritar, igual de intensa que inaudible, no había cesado. Así lo supo con terror: alguien, dentro de ella, que ya no era ella, seguiría gritando. El recuerdo de la tragedia también la abandonó.
Quizás lo sucedido en esa habitación sólo le dejó cierta sensación de ahogo inexplicable. Es posible que ese ahogo sea el que siento ahora. Es probable que aquel ahogo deba soltarlo de otra forma. Ya no es impropio, sí aterrador: ese grito existió, existe, es éste.

Nicolás Ferraiolo

Cosas de niños - Samanta Ortega



Cuando llego a la casa de mi hija para darle una mano, Pablo, Ramiro y Marcos estaban jugando, creo que a las escondidas. Tres torbellinos corriendo por todas partes. Mercedes, en la cocina, pelaba patatas mientras escuchaba música con los auriculares, una práctica habitual para no perder los nervios cuando llueve y los niños no pueden salir a jugar afuera. Al verme se los quita y, un segundo después, algo parecido a una explosión nos deja mudas. Mi hija sale inmediatamente al living y allí los encuentra a los tres, uno a lado del otro. “Ya estás grandecito, Pablo, para estas cosas. ¿Quién fue?”, le pregunta a su marido con la mirada clavada en sus ojos.

El elfo que se convirtió en dios - Claudio Leonel Siadore Gut


Logró tomar el plano astral montado en su araña. El elfo paciente hilvanó una red esférica e indestructible con los hilos de plata de toda la humanidad, tañó su laúd dulcemente ... y las cuerdas del mundo vibraron a la vez desde el centro de todas las cosas. Los ríos crecieron, los pantanos se poblaron de fuegos feéricos, y las hiedras clamaron su trono sobre los rascacielos. Poco a poco animales y plantas tuvieron voz y las piedras despertaron de sus sueños funerarios, algunas volvieron a ser dragones.
Y los hombres… los pequeños hombres durmieron plácidamente hasta secarse como sapos, y no hubo príncipe azul que los pudiera liberar.
Luego la araña desobedeció, pero eso es otro cuento.

El paraje - Jorge Sánchez Quintero


Existe una leyenda en la que se cuenta que en una región del norte, existe un paraje en el cuál, se dice que cualquier objeto y todo lo que tenga que ver con él, que sea enterrado ahí, se borrará de la memoria de su antiguo poseedor.
Así, muchos han sepultado cosas que les traen malos recuerdos, malos ratos, objetos que les revelan infidelidades, objetos comprometedores que los incriminan.
Una vez que las cosas han sido enterradas y uno se aleja del paraje, olvidará también que se haya encontrado en ese lugar.
Sé que la leyenda es cierta, pues esta mañana encontré en el cuarto de los trebejos mi pala, aunque no recuerdo haberla utilizado, tiene fragmentos de cieno y tierra fresca que demuestran que fue empleada recientemente.

sábado, 28 de mayo de 2011

Predicciones erróneas – Javier López & Sergio Gaut vel Hartman


Raffaele Bendandi, un geólogo de principios del siglo XX, predijo que el 11 de mayo de 2011 se produciría un cataclismo en Roma, la ciudad eterna. Aunque eminentes geólogos contemporáneos de esa fecha consultados sobre el tema negaron la veracidad de la profecía, y desde luego mucho más la posibilidad de que se pudiera hacer una predicción acerca de placas tectónicas a tan largo plazo, la noticia corrió por Internet y miles de romanos huyeron atemorizados de la ciudad, dejando sus puestos de trabajo y refugiándose en los más diversos sitios. Son esos y no otros los que fundaron Nueva Roma a unos diez kilómetros al norte de las ruinas.

El experimento - Carla Dulfano


Trabajaba en un laboratorio. Experimentábamos con un nuevo químico llamado “Anti-Timidex”, que bloquearía algunos neurotransmisores causantes del miedo, la culpa y la baja autoestima, situados en el hemisferio cerebral derecho.
Dora, la recepcionista, se ofreció como voluntaria y le pedí que tomara una pequeña dosis del frasco.
Ella desató su cabello y arrojó los anteojos por una ventana, besó salvajemente a un operario y a todo el personal masculino del octavo piso. No pudo con los del séptimo porque se descompuso el ascensor.
Después entró a la oficina del gerente Swam sin que pudiéramos frenarla, y le dijo:
-Usted es un orangután.
Para entonces ya habían pasado los veinte minutos del efecto de la droga. Dora recobró de pronto su timidez habitual. Se ruborizó y se retiró con su paso cansino de siempre.
Volví a mi despacho y descubrí que el frasco estaba lleno. Dora no lo había tomado...

Una vez al año - David Moreno


Ella, subió al tren en la estación anterior. Se sentó junto a la ventanilla haciéndose ricitos en su pelo. Él se situó enfrente, como sin darse cuenta. Sutilmente, dejó caer el periódico. Y ella, disimulando espontaneidad, se agachó a recogerlo. Al extendérselo, sus dedos se rozaron, sintiendo las cosquillas de la primera vez.
Durante el trayecto, se preguntaron el uno por el otro y hasta se pusieron nerviosos, igual que el día en que se conocieron. Ya en casa, descorcharon una botella de champán. Y luego… luego se fueron a dormir a la espera del siguiente aniversario.

Tomado de No Comments
David Moreno

Ya era hora - Fernando Puga


Te asomás al balcón. El bullicio no te impide descubrirla entre la multitud en el preciso momento en que sube al taxi con su bolso de mano. —¡Alicia!— gritás, pero no se da vuelta. No oye o no quiere oír; últimamente parece distraída.
Cabizbajo, volvés sobre tus pasos. Al alzar la vista, descubrís la nota sobre la mesa de la cocina. “Querido mío: Me voy; vendí la casa. Mañana vienen los muchachos de la mudanza. Por favor no los espantes. Ni a ellos ni a los nuevos dueños; son buena gente. Y no me sigas. Tengo que aprender a vivir sola. Con amor, Lucía”.
Estás dispuesto a cumplir sus deseos; como siempre. Tu traslúcida silueta empieza a esfumarse definitivamente a medida que comprendés lo que eso significa.

No ha lugar - Lilian Elphick


No era el chas chas de la escoba ni los tacones apurados de la mujer chillona. Era un sonido suave, encantador. Salí del cubil y me asomé con precaución. Ahí estaba el hombre soplando su palo con agujeros. Cerré los ojos. Soñé con avena, trigo; quise estar nuevamente en el campo. Todos los que estaban conmigo lo siguieron. Yo no me atreví. Siempre fui un cobarde. Después, supe que los llevó al río y que murieron ahogados. Días más tarde, la mujer lloraba. No barría, sólo rogaba que el hombre le devolviera a sus hijos.
Le hago compañía. Ella me agradece con trocitos de queso.
A veces, miramos juntos la puesta de sol en este pueblo de fantasmas.

martes, 24 de mayo de 2011

La ventana indiscreta - Anna Rossell Ibern


El insomnio crónico que padecía lo había convertido en un lector compulsivo. Una vez más, amaneció cabeceando, sentado junto a la ventana con el libro caído en el regazo. En el piso de enfrente un hombre le mirab ...a con ojos ansiosos mientras levantaba con brusquedad la persiana del dormitorio. Le impresionó aquella mueca de pánico y se preguntó quién sería aquel individuo que acababa de mudarse al barrio. Se vistió y, como todas las mañanas, bajó a desayunar al café de la esquina. En la calle vio que el portón de la casa de delante estaba sólo entornado y entró. Frente al panel de los buzones calculó cuál sería el del nuevo inquilino: A. Monterroso, leyó en el del tercero primera. Entonces comprendió.


Anna Rosell

El jugador - Jorge de Abreu


Agitó el cubilete, quizás con excesiva energía, estaba nervioso pues hacía mucho tiempo que no jugaba. Los dados resonaron, sólidos, en el interior. Se había hecho la promesa de no volver a jugar. La apuesta anterior fue muy alta, su inversión cuantiosa y el fracaso todavía le resultaba insoportable. Había perdido toda su creación y el recuerdo no le daba paz. Sin embargo, era un jugador compulsivo y la tentación era superior a sus fuerzas, soltó los dados. Estos rebotaron improbables en la nueva nada universal y luego de un tiempo inconmensurable se detuvieron hastiados de deslizarse en ese mundo sin roce.
¡Siete!, marcaron inflexibles, casi simétricos, un tres y un cuatro. El supremo creador sonrió. Un reto mayor que el anterior: sólo siete días, ahora lo haría mejor.

K, el mar y los sueños II - Jesús Ademir Morales Rojas


Muchas veces la mar había soñado con aquél que pudiese contenerla por entero. Este anhelo susurrado en marinas brisas ansiosas, y en insuficiente disimulo a través de mareas a destiempo, la tenían en persistente agitación. Hasta que descubrió a K aguardando en la playa. Pronto quiso tenerlo con su abrazo de oleajes. Pero era tarde: la figura de arena se desbarató, y de aquél que esperaba sólo quedó un remolino de espumas risueñas. Y el vacío.


Jesús Ademir Morales Rojas

En el aire — Ricardo Giorno


No bien me lancé al vacío sucumbí a la tentación de la quimera. Y soñé.

Soñé que estaba entero, en la cama, y tu culo se pegaba a mi cadera, y yo estaba boca arriba con las manos bajo la cabeza Y fantaseaba despierto que teníamos un camino áspero, empinado y lo íbamos a seguir juntos, y tu culo transpiraba y mi cadera gemía, y yo bajaba los brazos y me acariciaba esperando el momento para despertarte, y te despertaba, y te dabas vuelta y me ofrecías la boca amarrándola a la mía

Entonces, bajando por el vacío, sucumbí.

Apocalipsis - Sebastián Chilano


Dios le pidió a San Pedro que descargara películas para no aburrirse un fin de semana que iba a ser lluvioso. Vieron 2012, Matrix, Armagedón, Hijo del hombre, Terminator (toda la saga) y El día que la tierra se detuvo. El lunes, Dios seguía indignado: "Estos tipos parece que solo se divierten destruyendo el planeta. Ahora van a ver. Los voy a hacer mierda”, dijo. Y todo empezó.

Microrrelato Express 63 – Eduardo Cruz Acillona


Al finalizar la maratón, interpuso una demanda contra los responsables de la organización de la carrera. En ningún apartado de las bases se decía que sólo obtendría recompensa el primero en cruzar la meta.
A la espera de un juicio que nunca se celebraría, aquel pobre espermatozoide murió.

Tomado de: http://masclaroagua.blogspot.com/

domingo, 22 de mayo de 2011

El fraude - Raúl Sánchez Quiles


Vivo acostado en una especie de estudio minúsculo. Apenas puedo incorporarme unos 30 grados. Mis pies y mi cabeza gozan de una autonomía reducida: 10 centímetros por abajo y 10 centímetros por arriba. No tengo baño ni cocina. Ni siquiera una mísera barra americana sin mujeres. Mi vivienda se limita a un rectángulo hecho casi a la medida. Eso sí, es mullido, cálido y tranquilo, extremadamente tranquilo. No tengo ni una queja de los vecinos. Lamento que esté mal iluminado y que su ventilación sea prácticamente nula. Es todo interior. No hay teléfono, electrodomésticos, enchufes o tomas para la antena de televisión. Carezco de armarios y, según mis cálculos, esta vivienda no supera el metro cuadrado. Llevo casi siete meses sin pagar hipoteca ni agua ni luz ni basura ni contribución urbana... Cada día estoy más convencido de que me han vendido un nicho.

Tomado de Hiperbreves, S.A.

Lapidario – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Lo conozco de algún lado? —dijo mi imagen mientras me afeitaba—. Me parece que sí, lo recuerdo perfectamente.
—No lo creo —respondí.
—Entonces asesiné a su hermano mellizo.
—En ese caso —refuté— debería llamarlo suicidio.
—Está loco, desvaría. Lo asesiné, le digo.
—Si yo estoy loco el agujero en su pecho es producto de mi imaginación. —Mi reflejo metió un dedo en el hoyo y lo sacó limpio.
—¿Ve? —se rió—. No hay tal suicidio.
—¡Le digo que sí! —exclamé, airado y caí redondamente muerto.

Acerca de Sergio Gaut vel Hartman

El pedido – Carla Dulfano


—Por favor, Dios, condensá en un solo muchacho las virtudes de todos los hombres —le pedí.
—¿Y con los defectos qué hago?
—Cargáselos a otro.
—Pobre muchacho, sería injusto…
—Después se lo compensás de alguna manera.
Dios concedió mi deseo: creó un hombre con todas las virtudes del mundo y otro con todos los defectos.
Inesperadamente, me enamoré del que condensaba todos los defectos. Esa fue la manera en que Dios lo compensó. El muchacho denuncia que esa no es una compensación sino un castigo; pero Dios no lo escucha, dice que su quejido es sólo un defecto más de todos los que le cargó.

Explícito – Federico Demarchi


Al otro explorador, le avisé que era un animal redondo, que vivía en los huecos de los árboles, dormía de día y salía a cazar por las noches, y que aun siendo pequeño, saltaba al cuello de grandes mamíferos, les infligía una mordida letal que los derribaba y luego los despedazaba con paciencia.
Le conté además que, tal como indicaba la leyenda, poseía lenguaje y, por lo general, procuraba entablar conversación con las potenciales presas, pero sólo los hombres sabios, diestros en las lenguas de los animales, se salvaban de la funesta mordida.
Se lo expliqué todo punto por punto, hablándole al oído porque no me gusta gritar, pero o era sordo o no me entendió. Así que tuve que comérmelo.

Tomado del blog Poesía y Microficción

viernes, 20 de mayo de 2011

Nocturnal - José Manuel Ortiz Soto


Apartó de su rostro jirones de pelo humedecido y buscó la luna, la encontró desvanecida tras un cúmulo de nubes casi blancas. Un estertor de olas resquebrajadas alcanzó a su cuerpo, salpicándolo de espuma. Ante la imposibilidad de morir dos veces, Alfonsina cerró los ojos y aguardó a que terminara de subir la marea.

Brindis - Héctor Ranea


Me compré una buena botella de champán. Ya sé donde encontrar al encargado del edificio, ése que siempre nos pega y maltrata. Estoy dispuesto a perdonarlo. Con la botella en mano me dejará acercarme, le romperé el cráneo con ella y me comeré su seso brindando con champán. ¿Acaso no puedo festejar el año como cualquier zombi del planeta?

Héctor Ranea


Imagen de:http://www.abelpau.com/

Desastre interrumpido – Sergio Gaut vel Hartman


El terremoto había sido devastador. Miles de edificios se derrumbaron, aplastando a decenas de miles de personas. La mayoría de los sobrevivientes, asustados y muertos de frío, no esperaban que la ola mayor del tsunami fuera algo tan pavoroso y fueron incapaces de ganar las colinas para ponerse a salvo. Pero a esas colinas, aisladas, rodeadas de agua, como islas siniestras y abandonadas de la mano de Dios, nunca llegó la ayuda que esperaban y las desgraciadas víctimas del desastre no tardaron en padecer dos nuevos flagelos: las enfermedades y el hambre…
—¡Aldo! Basta ya de mamarrachear ese cuaderno y vení a tomar la leche.
—Sí, mamá.

Sergio Gaut vel Hartman

La última visita - Guillermo Rossini


Dejó la puerta abierta. La esperaba. Se sentó suavemente en su sillón preferido y tomó el diario. Lo abrió al azar y se concentró un momento en una noticia trivial y enseguida cambió de página. James alargó la mano y, sin sacar la vista del periódico, tomó su último cigarrillo. Ella ya estaba sentada en el sofá, esperando que el hombre cumpliera su última voluntad antes de pedirle que la acompañe.
-Estoy listo –dijo él.
Y la casa se cerró para siempre, impregnada de olor a tabaco.

Problemas con las comunicaciones – Sergio Gaut vel Hartman


—¿A quién? Hable más fuerte y claro, señor. Hay mucha interferencia, señor. ¿Operación comando? De acuerdo; mis hombres están listos, señor. Pero no le entiendo a quién hay que… Eso, quién es el personaje al que... Sale entrecortado, señor. De acuerdo, procedo, oká, señor. Pero sigo sin estar seguro de quien es el hombre, señor. Se entrecorta de nuevo. Sí, sí, lo hago, no discuto, señor. Soy su subordinado, señor, lo sé. Obedecer y no discutir, sí, señor. Pero ¿es Osama u Obama? No se entiende, señor. Uy, se cortó. ¿Y ahora que hago? Bueno, espero no equivocarme.

Sobre Sergio Gaut vel Hartman

miércoles, 18 de mayo de 2011

Malas influencias - Fernando Puga


La cáustica temática de la pésima película realizada por el místico vástago del célebre director oriental que tenía un vínculo sórdido con el protagonista, aquel bárbaro de ébano venido del cálido trópico, la transformó en un pestífero ícono que, rápido como un látigo, acabó con el cine, que a partir de entonces sólo es un mínimo cartílago en el esqueleto del arte. No es válido adorar ídolos de barro; no son estímulo para el deseo de crear.

Antes del vacío - Fernando Puga


—Abre tu mente— dijo el gurú con las manos apoyadas sobre mi cabeza y los ojos entornados como quien busca bajo los párpados la cara de Dios, cuando fui en busca de ayuda para desbloquearme.
Resultó. Desde entonces las águilas no dejan de hurgar en mi cerebro confundiéndolo con el hígado de Prometeo y desgarran el lóbulo donde se asientan las musas que nutrían al poeta que habita en mi voz.
Temo que no podré volver a juntar los parietales.

Hombre bala - Luciano Doti



Es curioso que hoy ya casi nadie recuerde que fue un argentino el primero en volar al espacio. A principios de la decada de los 80s, todavía había muchos circos que se instalaban para deleite de los chicos, y el número del hombre bala era uno de los más esperados. Una tarde, estaba con mi familia, sentado en la platea, y vi volar a un hombre, tan argento como el mate y el dulce de leche, y no sé si mi memoria infantil me estará fallando, pero yo recuerdo que lo vi volar al espacio.

La mirada del ángel - Diana Sánchez



No tiene ojos de tímido. O de perverso. No entorna los párpados. Ni frunce las cejas. Mira de frente. Directo a los ojos de los otros. Nubecitas o estrellas se reflejan en los iris del ángel. La luna.
A veces el amarillo le llena los ojos y se vacía de color en los ojos de los otros. En los ojos ajenos. Es en ese momento cuando el ángel se detiene, y busca a los ciegos. En especial, a los de los ojos blancos. El ángel les roza las manos. Y ellos saben adónde mirar. Hay color en la mirada del ángel. Apenas unos segundos y los ciegos se llenan de color. Y de calor.
Entonces, por lo menos hasta el final de la calle caminan seguros, sin el bastón. Los ciegos.

NASA, mentiras y cintas de vídeo - Isabel María González



Sentado en el porche, mientras encendía el primer cigarrillo del día, Neil recordó con tristeza el comunicado de prensa, “Cancelado proyecto Constelación,(...) en la luna ya estuvimos”. Sabía que acabaría pasando desde que Obama se hizo con la presidencia. Con Bush había sido más fácil, había seguido alimentando su sueño de alunizar: esta vez de verdad.
Su silencio comprado con más dólares de los que podría gastar en tres vidas, resultó ser un gran paso adelante para unos cuantos hombres y un gran salto atrás para la humanidad. Houston, tenemos un problema.

Amisopatía - Alejandro Domínguez



Las guerras habían cesado; el mundo entero convivía en paz. La gente era amable con sus conocidos y con los desconocidos. Todo desde la aparición de una rara enfermedad que destruía el gen del odio. El planeta completo se encontraba en plena tranquilidad… hasta que un científico, financiado por la ONU, desarrolló una vacuna y todo volvió a ser como antes.

El Paseíto - Ana Vidal



Caminan rápido, aunque les duelan los pies dentro de las viejas botas. En un montículo junto a un claro del bosque paran y distribuyen a los prisioneros en fila. Primero los colocan de espaldas, como si no quisieran mirarles, pero cuando están todos dispuestos uno ríe y dice: «no, mejor daros la vuelta, quiero veros bien», y trabajosamente, porque tienen los ojos vendados, se giran.
Entonces se colocan ellos, uno enfrente de cada uno, apuntando, y dan la consigna: «uno, dos, tres, ¡fuego!». Caen los cuerpos sobre la piedra.
El más alto se acerca y tocando a uno con el pie le dice: «Juanito, siempre te tiras antes de oír fuego, te toca prisionero otra vez».

lunes, 16 de mayo de 2011

Eslabones – Lucía Amanda Coria


La poderosa nave se elevó verticalmente desde la Tierra hacia el espacio. Segundos después era sólo un punto luminoso entre otros iguales que brillaban en lo alto.
Algunos animales que habían presenciado los preparativos de la partida, miraron asombrados al principio y luego comenzaron a aullar lastimeramente.
A bordo, el único tripulante estaba feliz de volver a su mundo después de permanecer tanto tiempo en ese planeta hostil. Ya podía olvidar sus relaciones obligadas con las bestias del lugar, que engendraron esas patéticas criaturas lampiñas, mezcla de simios y alienígenas.
Pero éstas jamás lo olvidaron. Pensaban en él como en un padre y siguieron esperando verlo regresar desde las estrellas.

Adicta al fútbol - Víctor Lorenzo Cinca


Cuando retozo entre las sábanas de mi cama con mi amante, sólo los sábados o los domingos, aunque también algún día entre semana, me encanta escuchar los partidos de fútbol por la radio. Me excita. Me enciende como ninguna otra cosa. Oír esa voz ya tan conocida estremeciéndose en cada oportunidad, en cada remate, jadeando y celebrando los goles desde su puesto de comentarista en el estadio, mientras yo, tan lejos de él, consumo mi infidelidad, me pone a mil. Mi amante cree que se trata de una perversión inconfesable como cualquier otra, y no le da mayor importancia. Mejor así; no sé cómo reaccionaría si se enterase que el locutor es mi marido.


Tomado de Realidades para Lelos

Órdenes – Raúl Sánchez Quiles


Corren, se apostan, disparan. Se dispersan, forman, disparan. Desde el suelo, desde el cielo, bajo mantos blindados. En la tierra y en el agua. No cesa la guerra. Corren y disparan. Se agachan y disparan. No miran y disparan. Los civiles huyen. Balas, misiles, bombas y minas acechan. Buscan. Encuentran. Se les ve entre trincheras, en pequeños grupos o grandes formaciones. A pie o en vehículos. Sin parar. Sin piedad avanza el ejército de los hombres sin cabeza. Las órdenes les llegan de lejos. Las da un niño idiota.

Tomado de Hiperbreves, S.A.

Linda Cathleen – Gabriel de Biurrun Baquedano


Salgo del laburo. Veo al jefe buscando su auto.
Encuentro el mío y arranco. El jefe saluda.
Cathleen camina por el parking. Es nueva. Linda. Lo más lindo. Morocha, menuda, con enormes ojos negros en forma de bombilla de mate... Igual. Me la quedé mirando.
Ella me vio. Sonrió Cathleen, lindos dientes escoceses. La saludé. Linda Cathleen.
Pisé algo.

Arrollé al jefe. Boludo de mierda, ahí parado.
Bajé del auto. Vi que me señalaba.
Mi jefe culpa a la gente. Es un gran repartidor de mierda.
Me acusaría. “No miraste, no sabés manejar, tarado”.
Tomé su cabeza y la golpeé en el piso. Varias veces. No quise escuchar. Lo maté porque miré a Cathleen. Linda Cathleen.

El jefe aún me agarró la camisa.
–Fue mi culpa –dijo–. Me quedé mirando a la morochita escocesa –dijo–. Linda –dijo–. Lo más lindo.

sábado, 14 de mayo de 2011

Brutalidad - Javier López


El corazón me dio un vuelco al verla en el suelo indefensa, rota, desgarrada. Su estrecha cintura y sus generosas caderas, criminalmente quebradas. Su cabeza, hermoso remate de un cuerpo armónico y perfecto, partida en dos. Las tripas, desparramadas por el suelo y cubriendo su maltrecho cuerpo.
Alguien, prometo descubrir quién, había asesinado a mi guitarra.


Sobre el autor: Javier López

Imagen: A Pear, de nolencole en deviantArt

Extravío - Jesús Ademir Morales Rojas


Citlali extravió algo pero no supo a ciencia cierta de que se trataba. Recorrió cada una de las habitaciones de la solitaria casa. Se obsesionó en ello. Tiró los muebles, arrancó las cortinas, arrojó los libros, los trastes, las prendas de ropa. Vacío sus cajones, sus objetos, sus recuerdos. Y del desorden resultante ya no pudo salir. Se perdió.


Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Imagen: Empty Hope, de nolencole en deviantArt

Cuento de hadas - Claudio Leonel Siadore Gut


El hada cerró el libro y acarició su lomo de cuero azul. Miró por la ventana al horizonte, al crepúsculo que se desmoronaba en pepitas de nieve.
Se acercó volando a la cama de su hija que esperaba ansiosa.
—¡Mamá —se estremeció—… tengo miedo de los hombres!
Afuera, el Rey Elfo soplaba canciones a las ruinas de la Luna. La madre apoyó el libro en el atril de su pecho.
—No te preocupes, hija —sonrió—, los hombres no existen.


Imagen: tHe oRiOn, de nolencole en deviantArt

Talento - Carolina Fernández


Puedo escribir sobre la más espeluznante historia que haya existido y lograr que mi texto sea profundamente estremecedor. Narrarlo desde la calma a la tensión absoluta, generando un suspenso desmedido con matices terroríficos y culminar en un final emotivo y placentero. Pero no lo haré, sólo por preservar la salud del lector.


Imagen: Liberty... on Stage, de nolencole en deviantArt

jueves, 12 de mayo de 2011

Traición - Néstor Darío Figueiras


Fue socorrista en cada terremoto, auxilió a los inundados como voluntario, donó sangre, ocultó a los refugiados, marchó contra la guerra. Y cuando él apareció rezumando ira, dijo:
—¿Qué esperabas, padre? ¿Acaso no está escrito que esta es una lucha perdida?
Sin más explicaciones, el anticristo continuó vendando heridas.


Acerca de Néstor Darío Figueiras

Del ser a la nada – Lola Carreño & Sergio Gaut vel Hartman



—¡Sácame de aquí, bórrame de tu agenda, de tu cabeza! —La que así vociferaba, rabiosa hasta el punto de echar espuma por la boca, había sido convocada para intervenir en uno de mis cuentos. Claro, es cierto que no me había pedido ser un mero personaje secundario, pero para ser estrella literaria y protagonizar una novela, hay que empezar de abajo, ¿no les parece?
—¿Eso quieres? —le dije mirándola compasivamente.
—¡Sí, ya mismo, o te mato!
—Como gustes. —Me senté frente al teclado, abrí el archivo y usando el comando de “buscar y reemplazar” cambié a “Bárbara” por “Jimena” y asunto terminado.


Acerca de Sergio Gaut vel Hartman

Mititos 1 - Alexandro Roque


Bien, ya que has demostrado tanto amor, puedes marcharte del infierno, los dioses lo permiten, vete y no vuelvas jamás. Hay un sola condición, que en el camino al exterior no puedes volverte a mirar al objeto de tu deseo o todo lo perderás. Anda, anda y no voltees a ver el espejo, Narciso.

martes, 10 de mayo de 2011

El oficio de tatuar - Sebastian Chilano


No te va a doler, me dice el hombre. Grito cuando la aguja toca la piel, pero el hombre sigue. La aguja traspasa la piel, se mete entre los músculos, llega a la sangre, va al corazón, al cerebro, a los ojos. Veo el infierno. Todos los muertos quieren hablarme. Todos ruegan que los libere. Entonces veo al Diablo. Me veo en sus ojos. Me ataca. Me quema la piel. Pero no me mata. Lentamente me curo y me convierto en el hombre que un día sale de la oficina, deja el maletín sobre la mesa, ojea el libro de tatuajes y se sienta para dejarse marcar, para recordar quién fue y así saber quién es. Viste que no duele, me dice el hombre, Si hasta te quedaste dormido. Me da el espejo para que mire el nigromante tatuado en mi espalda. Es horrible. Es, también, quién realmente soy.

Cartas – Lucía Amanda Coria


El cartero era su peor enemigo. Lo veía llegar y pensaba en mil formas de hacerle pasar un mal momento. Pidió a la Oficina de Correos que suspendiera la entrega de cartas a su domicilio.
Pero éstas seguían llegando con precisión matemática, todos los días, a la misma hora, y en cantidad. Eso lo ponía de pésimo humor.
Ese día, un lunes cualquiera, había tomado su decisión.
Cuando las cartas entraron por la boca del buzón abierta en la puerta de calle, no pudo evitar una sonrisa.
Una a una fueron cayendo sobre su cuerpo ya frío y rígido. Hacía muchas horas que se había suicidado.

Todos los días - Diego Planisich


Ella baila, lo hace todos los días. Lo hace en la casa, lo hace en la calle, en el colectivo.
Cuando llega al conservatorio la música la espera. Es puntual. Saluda a los presentes y hace sus ejercicios de estiramientos: empieza con los brazos, sigue con las piernas, las demás partes no escapan. Se prepara y comienza.
—Aquí tiene su café, maestro, aquí el suyo, señorita, ¿se les ofrece algo más?

domingo, 8 de mayo de 2011

El día que me quieras – Sergio Gaut vel Hartman


Carlos Gardel, el famoso acróbata aéreo, se disponía a lanzar su Piper Laurie XL-95 hacia los cielos de Medellín cuando una voz femenina susurró en su oído.
—No vayas, morirás.
—¿Ah, sí? ¿Y quién lo dice?
—Yo, Rusiana, la mujercita que vive en tu oreja.
—¡Rusiana! ¡Cuánto tiempo! ¿Dónde te habías metido?
—Te anduve explorando por dentro y llegué a la conclusión de que lo tuyo es el canto, no la acrobacia aérea.
—¡Ah, las mujeres! Mi instructor de vuelo, el gran Segismundo Froi, siempre me decía: “Nadie entiende a las mujeres”.
—¡No vayas, Carlos!
—¡Por favor!
Carlos Gardel elevó su nave, hizo mil piruetas y no le pasó nada. Hoy, a punto de cumplir ciento veintiún años, vive solo y olvidado en el geriátrico “Remanso de Paz” de la calle Humboldt. Rusiana se mudó del oído al páncreas porque no soporta los ronquidos del viejo.

Sergio Gaut vel Hartman

Tierno - Alejandro Bentivoglio


El agujero que se traga al mundo ha crecido bastante en los últimos días, merced a la paciencia de Fulvio que lo riega cada mañana con devoción. Yo he ido personalmente a elogiar su tarea. Porque, en definitiva, su cuidado es un acto de amor que hay que destacar.
Digo, en un mundo tan ligado a la crueldad y a la falta de sentimientos es un alivio saber que aún existen personas comprometidas que pueden cuidar de un pobre y tierno agujero que nos hundirá a todos en la oscuridad o tal vez algo mucho peor.

Tomado del blog http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

Alejandro Bentivoglio

Acto Final - Claudia Sánchez


La mancha de sangre en la seda de su kimono ya llegaba a las rodillas.
La última lágrima cayó sobre su propio pecho. Le pintó un sol rosado, como el atardecer de ese verano en que el seppuku la liberaría de la deshonra y el dolor.
Estaba serena, como siempre, cuando lo escuchó gritar su nombre en la distancia: “¡Butterfly! ¡Butterfly!”.
Solo entonces dejó que la curva leve de una sonrisa iluminara su muerte.

Claudia Sánchez