martes, 28 de febrero de 2012

El fantasma – Carlos Enrique Saldivar


Un fantasma duerme en la habitación más alta de una casa abandonada. De repente se abre la cortina y ve una sombra negra, indescriptible, flotar en aire. El fantasma se asusta como nunca en vida o muerte. Aquello desaparece. El ánima lo ha sido por incontables años y ha espantado a muchos vivos. Se ha vuelto amo y señor de aquella ruinosa casa. Sabe todo acerca de sus congéneres, los fantasmas, pero... ¿qué ha sido «aquello» que lo ha espantado tanto mientras descansaba? Sólo espera que esa tenebrosa entidad no vuelva jamás.

La fuerza de la costumbre - Carlos Rodríguez Arévalo


Ante la mirada fija de sus ejecutores dispuestos en fila frente a Él y después de haber oído la orden de abrir fuego, dejó el miedo que ocupó unos segundos de su tiempo y accionó su poder, todos los hombres armados cayeron tendidos inmediatamente con sangre cayendo por los ojos, boca y orejas. A veces se le olvidaba que no era de este planeta.

Tomado de Microtexteando

Acerca del autor:
Carlos Rodríguez Arévalo

Haciéndonos - Cristian Cano


Quieto, a tu lado. Te miro y te miro, cada línea, cada punto. Te hago mientras te miro, y si no te miro, no te tengo; paso la mirada otra vez, sabiendo que te tengo, y rehago otra vez las líneas y cada sombra, cada pliegue, hasta querer otra vez: hacerte, dibujarte, saberte, en todo punto, en toda sombra; si no te miro, no te tengo, y por eso no dejo de seguirte con la mirada…mientras te acompaño a todos lados, riendo, caminando; como un Bambique se esconde, entre las solapadas sombras del Sol de nuestras tardes.
Quietos, a nuestros lados, nos miramos y nos hacemos.

ReC - Jesús Esnaola Moraza


—Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada —dice Micky agravando la voz, casi tanto que hasta se le arruga su carita imberbe—. No podrás soltarte las cuerdas, así que para ya, ¿ha quedado claro? Si no... Ya estoy harto de ti y de tu madre, parece que solo vivís para joderme.
El grito de mamá anunciando la cena interrumpe el juego. Micky desata a Mónica que se levanta de la silla y seca sus lágrimas para no dejar rastro. Le sonríe a su hermano para que sepa que está bien.
—Joderme —repite Micky saboreando la palabra.

Tomado del blog: Frankenstein, supongo

domingo, 26 de febrero de 2012

Lo mismo en la vida que en la muerte - Alejandro Bentivoglio


Su afición al dinero continuó aún en la muerte. Así que cuando vio la barca de Caronte, preparó dos monedas falsas para pagar. El barquero tomó lo que se le daba y le indicó que subiera. El viaje fue largo y silencioso. Cuando llegaron a tierra, Caronte le hizo una seña para que bajara, ya estaba en la última morada de los muertos.
Al dar los primeros pasos encontró un enorme palacio de cartón pintado. Árboles de papel. Ridículos animales de telgopor.

Tomado del blog: Memorias del Dakota

Silla – Diana Sánchez


En el balcón de enfrente había dos sillas. Una, estaba en el suelo. Resultado seguramente, de un viento fuerte.
Todas las mañanas, yo miraba el balcón de enfrente. Nadie levantaba la silla. El sol le resquebrajaba las patas. Dolía verlas. La lluvia se deslizaba a sus anchas por el respaldo y golpeaba alocada en el asiento.
Pasaron muchos días. Un año pasó.
Una mañana bien temprano, alguien levantó la silla. Esa noche se cayó el balcón.


Acerca de la autora:

viernes, 24 de febrero de 2012

El beso postergado - Federico Demarchi


Habíamos llegado caminando hasta la orilla del río con la excusa de desayunar en algún bar que estuviera cerrado. Hablábamos. La noche se desmoronaba a nuestras espaldas y el amanecer nos obligaba a entrecerrar los ojos.
Aburridos de la mutua estupidez, tratando de parecer inteligentes con la mención de manidas paradojas, hablábamos y hablábamos.
Ocurrió que, en medio de una frase, mientras buscabas una expresión que huía, preguntaste: "¿Cómo se dice?...". Y yo, en la precipitación de responder, me equivoqué: "Estaba pensando lo mismo; no puede decirse". E inmediatamente quise rectificarme, al descubrir lo que estabas pensando. Pero ya era demasiado tarde. Ajenas a una y otra lengua, nuestras miradas se olvidaban de nosotros.
Se alejaban. Y conforme nos contemplaban desde un futuro cada vez más íntimo y más remoto, iban adivinando que en nuestro principio había sido el silencio.
Entonces, por fin, nos quedamos sin palabras.

Tomado del blog: Poesía y Microficción

Valiente de plastilina - David Moreno


Hoy a Pablo y a sus compañeros de clase, la profesora les ha llevado a la sala de cine.
No sabe cómo pero en vez de una película de Walt Disney, alguien coló una de miedo.
Intenta parar la cinta pero le resulta imposible.
Todos los niños contienen la respiración en las escenas más tensas, se tapan con sus manitas los ojos durante los primeros planos del monstruo y gritan aterrorizados en cada susto.
Todos, menos Pablo, que sabe que al llegar a casa, el malo le estará esperando en su habitación. Una noche más, con la correa a punto.

Tomado de No Comments

Control exhaustivo – Sergio Gaut vel Hartman


—Quiero formular una queja —dijo el hombre semidesnudo, regresando de la piscina.
—Diga —respondió el empleado del servicio médico sin levantar la vista.
—He notado, y mi perplejidad ha sido mayúscula, que ese individuo llagado de pies a cabeza, cuyas heridas y máculas supuran un líquido verde francamente repugnante, ha sorteado felizmente la inspección médica y se le ha permitido ingresar a la piscina. Yo creía que la lepra era contagiosa.
—¿El de piel azul que tiene dos cabezas y cuyos cuatro brazos llegan hasta el suelo? —El empleado, ahora sí, contempló al bañista con un gesto cómplice, bastante socarrón—. No es leproso; es un alienígena de Aldebarán, más sano que usted y yo juntos.

La muerte en Navidad - Luciano Doti


Esa tarde Alfonso se preparó de manera especial. Se bañó y se puso sus mejores galas. Ya en la noche, sentado a la mesa, comió el pavo relleno que había cocinado su esposa, acompañado por las deliciosas guarniciones y una cervecita bien fría. Luego, tal cual la tradición, bebió la sidra, con pan dulce y frutas secas. Comenzó a sentirse extraño; el habla del resto de los comensales le llegaba como un murmullo. Entonces, se desplomó. El resto es muy raro: un gordo barbudo de Laponía, ataviado con ropas de abrigo rojas, lo llevaba en un trineo, hacia las estrellas.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Te quiero - Daniel Sánchez Bonet



Que sí cariño que no voy a levantarte la mano nunca más. Ya verás, fíate de mí. Qué yo sólo quiero estar a tu lado. Te prometo que tampoco voy a volver a beber, ni a ponerme celoso cuando hables con tus amigos. Vamos a sacar esto adelante, ya verás como sí. Podemos ser muy felices y lo sabes. Mañana mismo pienso llevarte una sorpresita al trabajo y no dejaré de hacerlo hasta que me perdones. Voy a hacerte la mujer más feliz del mundo. No lo dudes. Todo esto va a cambiar… te lo prometo.
A pesar de llenarse la boca con todas sus mentiras, a Armando, aún le quedó valor para decir una más.
La mayor de todas.

Tomado del blog: Microrrelatos a peso

Seca sirena - Fernando Andrés Puga



Tu bote, tocando la orilla una y otra vez con el vaivén de las olas. Vos, desparramada sobre los guijarros húmedos.
No llueve. Tampoco hay sol. Es ceniza del volcán lo que cubre el firmamento. Te trajo el lago a morir en la playa que arde, triste de verte boquear entre el espeso polvo que escupe el impiadoso Hades.
Desde atrás de los matorrales alcanzo a ver cómo se seca la plata de tus escamas hasta que no sos más que otra roca en la ribera. Alguna pareja, de esas que al atardecer salen a hacerse arrumacos, estampará sus nombres sobre tu piel opaca y allí quedarán, dentro de un corazón que no es el tuyo. ¿El tuyo? Se hamaca aún con el bote entre la tierra y el agua.

Rescates emotivos - Federico Demarchi



El incendio comienza en la sala de guardia del hospital, gana rápidamente los corredores y se apodera de toda la planta baja del edificio. Secundados por una espesa columna de humo, pacientes, enfermeros y médicos asoman por las ventanas del primer piso.
Un empleado administrativo surge de entre las llamas que bloquean la puerta principal y cae de rodillas en la vereda. “Logré salvarlos a todos...” alcanza a susurrar, y luego, desplomándose, extrae del bolsillo un CD cuyo rótulo aclara: Archivo de Historias Clínicas.
Más allá, dos bomberos intentan mitigar los espasmos de un extinguidor, en tanto la jefa de hemoterapia acuna un saché de sangre cero negativo.

Tomado del blog: Poesía y Microficción

jueves, 16 de febrero de 2012

Bajan - Alejandro Bentivoglio


Salgo de mi departamento y como el ascensor no funciona, me decido por las escaleras. Sin embargo, estas no parecen terminar nunca y doy vueltas y vueltas sin llegar nunca al piso de abajo.
Horrorizado descubro que cien escalones más abajo descansa un esqueleto polvoriento.

Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

Efecto secundario – Mónica Ortelli


Dando crédito a sus propios postulados, falleció a los ciento cuatro años el creador de la dieta de la longevidad. Venerado por unos, criticado por otros, el conocido naturista supo ganar el Health Award por su libro “Aliáceas para llegar a los cien”, en donde desarrolló los beneficios de una alimentación a base de ajos, cebollas y puerros.
Como la mayoría de sus seguidores, el autor ha muerto soltero.

Los cadáveres exquisitos (Una de zombis) - Tanya Tynjälä


Les cadavres exquis boiront le vin nouveau
(Primer cadáver exquisito de la historia - 1960)

Regla número uno: Caminar retorciéndose y murmurando “cerebro…cerebro…”
Regla número dos: Alejarse lo más posible de los guardias armados con sables. ¡Sobre todo no perder la cabeza!
Regla número tres: Esperar a que todos hayan huido para gozar del festín.

Mientras disfrutaban del champán francés y se embotaban con el caviar de Beluga, (¡Marie! ¡El caviar se te sale por el corte de la garganta! ¡Por favor, un poco Más de compostura! ¡Qué barbaridad!) Alphonse se preguntaba dónde habría nacido la estúpida idea de que ellos se alimentaban con los cerebros de los vivos (¡Qué asco!).

miércoles, 15 de febrero de 2012

2012 - Daniel Sánchez Bonet


Aquella noche del 24 de diciembre no tenía nada que celebrar ni regalos que recibir. Es más, había decidido que el momento apropiado para acabar por fin con mi asfixiante vida iba a ser exactamente a las doce de la noche, coincidiendo con la llegada del nuevo año: mi muerte merecía estar a la altura. Entonces, sobre el puente y con mirada gacha y resignada conté mis últimos números: diez, nueve, ocho, siete… Abajo, otro hombre yacía entre el rocoso acantilado.
Iba de rojo.

Tomado del blog Microrrelatos a peso 

Pelotitas - Fernando Puga


¡Ay, qué maravilla! ¡Qué placer rodar las tres entre estos dedos que son hilos de luz y cantan en el aire! Subir, bajar, cambiar de mano. La confianza de volar y girar entre rayos de sol, sabiendo que no nos tragará el vacío, que iremos distraídas hasta el cielo, reflejadas en los ojos que sonríen tras el vidrio, sin sospechar que hoy caeremos en picada para acabar golpeando en el asfalto y reventar bajo la rueda que acelera, que no ve, que no aguarda que cambie la luz en el semáforo, furiosa por llegar a su destino.
Acerca del autor

Cosas que pasan - Alejandro Bentivoglio


Cada vez que había un corte de luz en el Museo de Cera de Madame Olga, la estatua de Casanova desaparecía, ocasionando búsquedas desesperadas, pequeños escándalos, revuelos.
Se la encontraba más tarde, seduciendo fogosamente a unas cuántas velas que los empleados encendían para iluminarse un poco.

Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

martes, 14 de febrero de 2012

El Cepo - Lola Sanabria


Se sienta en el balancín del porche y escucha, en un silencio de bisagras oxidadas, los golpes y los gritos que reverberan en su cabeza. Cuando la tarde agoniza, enciende el farolillo y observa cómo la luz atrae a las polillas. Caen dentro de la urna mortuoria, con las alas quemadas, apiladas unas sobre otras. A medianoche, se levanta, recorre el sendero de grava, empuja la cancela y sale al camino que lleva al puerto. En las tabernas se encuentran los mejores especímenes. Hombres siempre dispuestos a dar un puñetazo, a romper algún diente. Hombres, muy hombres. Como su padre.

Tomado del blog: Lola Sanabria

Mensaje en una botella - David Moreno


Aprovecha la luz de la tarde para escribir un mensaje que introduce en una botella. Próximo a la orilla se dispone a lanzarla al mar pero en el último momento se arrepiente. Desenrolla el papel y sigue escribiendo. Cuando cree terminar, repite el proceso y de nuevo se vuelve a arrepentir. Sin darse cuenta se le han pasado veintiocho años y lo que empezó con un trocito de papel se ha convertido en un libro. En toda una vida. Y ya no sabe si es Robinson, un náufrago en una isla del Orinoco o Daniel, un escritor disfrazado de marinero.

Tomado de No Comments

domingo, 12 de febrero de 2012

El helado de chocolate - Carlos Rodríguez Arévalo



Se dejó caer debajo de la mesa de rodillas, el niño quería recuperar su helado tan anhelado durante tanto tiempo. Nunca se olvidó lo que vio debajo no solo en su mesa si no en las aledañas, encontró otro mundo allá abajo, manos nerviosas, manos perdidas en lujuria, basura de todo tipo, animales raros y conocidos, entre otras cosas que no entendía. Desde ese día olvidó el chocolate y a sus maduros años aún evita sentarse a comer a la mesa.

Tomado de Microtexteando

Acerca del autor:
Carlos Rodríguez Arévalo

Kamasutra - Carmen De La Rosa



Después de que la mujer elástica y el hombre forzudo hubieran practicado por primera vez acrobáticas posturas amorosas, en su roulotte, a la hora de la siesta, él, tierno y solícito, vuelve a encajarle a ella los húmeros en las escápulas, los fémures en los acetábulos, los radios en los escafoides. Ninguno de los dos ha disfrutado tanto nunca.

"Tomado del blog http://lacazadoraderelatos.blogspot.com/"

viernes, 10 de febrero de 2012

Hasta el final - Hugo Mendieta




Lo que volvía a aquella mujer tan irresistible, era que ella, no sabía nada de su poder de seducción. Y precisamente su seducción procedía del propio hecho de su ignorancia sobre sí misma. Él había intentado decirlo, pero no podía expresarlo, no podía contar su pasión. Ella no lo entendería. Un día él dejo de intentarlo y ella no perdió la oportunidad de mostrarle un deseo inalterable, hasta el final de la vida.

Pedido satisfecho – Sergio Gaut vel Hartman




—Mire, don Prudencio —dijo Epifanio—, yo no quiero ser un paisano inorante, quiero ser como los puebleros que hacen las cosas con finura.
—Ajá —respondió Prudencio—. ¿Y entonces?
Epifanio vaciló un momento. Después tomó coraje y arremetió. —Yo le quiero pedir la mano de la Gumersinda, si a usté no le molesta.
—Aja. Ta güeno. —Prudencio miró hacia el interior de la casa—. Gumersinda, hija del tata; venga pa’cá.
—Sí, tatita. ¿Qué se le ofrece?
—Acá el Epifanio viene a pedir su mano.
—Ah, tata. ¿Y sólo pide una?
—Sí, por suerte le alcanza con una. —Y uniendo lo dicho con la acción, Prudencio sacó el machete que llevaba en la faja y de un tajo cortó la mano izquierda de su hija—. Espero que esta le sirva, m’hijo —agregó tendiéndole la mano ensangrentada a Epifanio—. La otra la necesita para cebarme el mate.

El autor:

Sobre una idea – Héctor Ranea


No podía mesarse la barba, ni mirarse a un espejo, ni decir cómo hubiera sido tomar algo, señalarlo con la mano, abrir una fruta, acariciar a una mujer. No miraba nada, sólo veía. En todo eso apenas distinguía un trazo en el que podía decirse que… pero ni para pensarlo tenía ganas. Después de todo, nadie más ateo de sí mismo que Dios, y al pensarlo, hizo algo que bien podría llamarse reír.

Acerca del autor

lunes, 6 de febrero de 2012

Cosa e´mandinga III- Anahí Gonzalez


Hay un lugar de mi casa, un pasillo, por donde desde hace un mes o dos, mi perra Fiona no quiere pasar. No sabemos qué le pasa. Se resiste. Ni siquiera se deja tentar con bocados imperdibles. Probé con empanada de carne. Hasta con hamburguesa. Nada. Hay que arrastrarla tirando del collar. Es un tramo de un metro más o menos. Mi teoría es que en casa hay un Casper y que ella lo percibe. Por las dudas, el otro dÌa, sentada sola en mi cama, le hablé al Ghost. Le dije: "Esta no es tu casa". "Tenés que irte porque acá vivimos nosotros", le advertí. Silencio. "Bueno, mirá, hacé lo que se te cante, pero no te me aparezcas nunca, eh, nunca". Hasta ahora, la convivencia es perfecta. Menos para Fiona que sigue tirando del collar.

Tomado de: Espejitos de colores

sábado, 4 de febrero de 2012

El rescate - Carlos Rodríguez


Me ahogaba yo en el mar pacífico, lento y de pie, mientras unos marineros en un barco de pesca se acercaron y muy amablemente me preguntaron si necesitaba ayuda, “por supuesto” les respondí, “solo tengan cuidado con mi ropa y húndanme de poco en poco, quiero antes de sentir el olor a muerte, sentir el olor del mar”.

Tomado de Microtexteando

Sobre el autor:
Carlos Rodríguez Arévalo

Favor – Mónica Ortelli


Si el zapato no se hubiera deslizado debajo de la cama, Antonia no hubiese visto el envoltorio en tela negra bajo la quinta pata. Adentro, recortados cuidadosamente, torso y cabeza de su marido con la cara borracha del último cumpleaños. A la altura del primer botón prendido de la camisa, un agujerito de lado a lado, prolijo, con el borde pintado de rojo.
Antonia buscó a su madre y a la tía Ulda; las encontró en la cocina calentando agua para el café, riendo por lo bajo. Se sorprendieron al verle foto y trapo en la mano, pero ninguna apartó la vista, al contrario.
Entonces, Antonia les dio las gracias y, con disimulada satisfacción, retornó al comedor, donde velaban al cónyuge muerto de un infarto.

Tomado del blog Ni vara ni cuchillo

Las amazonas de la ruta - Juan J. Catalano


Putas ancestrales esperaban a la vera del desolado camino, a que se inventaran los camiones.
El conductor avanzaba con su flamante carruaje gozando de la humilde notoriedad del adelantado; de la sensualidad que le había dado su condición de pionero. Ignoraba que le esperaba una curiosa suerte. Sería el primer asaltado por las amazonas de las rutas y el engañoso amor pagado.

Sobre el autor: Juan J. Catalano

jueves, 2 de febrero de 2012

Marido fénix - Carmen de la Rosa


Nunca muero en viernes. Espero a que mi mujer encienda la barbacoa en el jardín, el sábado a mediodía. Entonces me encierro en el invernadero y ardo. El domingo renazco de mis cenizas y salimos a pasear por el parque. En el vecindario ya murmuran sobre la afición de mi mujer por la carne a la brasa.


Tomado del blog: La Cazadora de Relatos

Somos yo - Alejandro Bentivoglio


Sherlock Holmes golpeó la puerta. Un hombre pequeño y mal vestido lo hizo pasar a él y a sus dos acompañantes, Watson y Lestrade. Cuando los tres estuvieron en un viejo salón en desuso, fue Holmes el primero en hablar.
-Usted me invitó –dijo-. Seguramente para exponer su macabro plan.
-Así es –dijo el hombre sin inmutarse-. Están aquí para contemplar cómo cometo un crimen tan perfecto que ni usted podrá resolverlo.
Todos permanecieron en silencio, estudiándose unos a otros. La batalla mental entre aquellos hombres prometía extenderse durante horas. Pero Lestrade, impaciente, sacó su revólver y disparó sobre Holmes y sobre el hombre.
-Alguien tenía que silenciar a esos pedantes –aprobó Watson.
El doctor no lo sabía, pero debajo de las facciones de Lestrade se escondía Holmes, maquillado hábilmente.
Lestrade no lo sabía, pero debajo de la de Watson, también.

Publicado en el blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/