lunes, 21 de abril de 2014
Los miedos — Cristian Cano
Mil veces le dije que no se precipite. Los apurados siempre terminan mal: mi primo fue el único que me enseñó a no perder el control. Constantemente repetía que están al acecho camuflados con tecnologías de las que no sabemos nada, por eso no voy a cargar más culpas, porque degrada. ¡Pobre diablo! Mirá cómo quedó: despatarrado en el suelo con la mirada que lo dice todo. Le arrebataron la energía en un santiamén y los ojos se le convirtieron en esferas opacas sin dirección. Me voy a quedar inmóvil hasta que se vayan y tengo miedo de algo así, porque me dijeron que nunca se van. De ésta no salgo invicto. Son ellos o yo.
Sobre el autor: Cristian Cano
martes, 1 de abril de 2014
Protesta - Christian Lisboa
Setecientos
mil perros coparon la Gran Avenida, seguidos desde las veredas por las
cámaras de Metrópolis Tevé. El gran Can exigía entrevistarse con el gran
Jefe. El gobierno respondió con gases lacrimógenos y balines. Los
quiltros se reagruparon en medio de las calles, interrumpiendo el
tránsito y mordiendo a los policías. La ciudad era un caos, en todas
las comunas se replicaba el movimiento. Comandos espontáneos de perros
destrozaban los neumáticos de los coches públicos. Luego, comenzaron los
saqueos. En cinco minutos un supermercado era arrasado, en seguida la
acción se repetía a kilómetros de distancia. Finalmente, el presidente
abandonó su despacho y accedió a entrevistarse con el Gran Perro Negro.
Pero éste no quiso recibirlo. Su objetivo era dialogar con el verdadero
Jefe, la mascota de la casa de gobierno. Sin intermediarios.
Autor: Christian Lisboa
Guerra de los cuatro mundos - Raquel Sequeiro
Dejo mi ojo de cristal sobre el
escritorio. Albert está intranquilo: son muchas las ocasiones en que el
lagarto sagrado se ha despertado, dejando su envoltorio sobre los restos
de ceniza de la chimenea.
Ha vomitado a un monstruo -es un lagarto sagrado-. Vuelvo a ponerme el
ojo por la mañana, Albert tendrá todos los datos en 45 segundos. En
verdad es doloroso, otra salamandra muerta y otro animal extraño para el
animalario de Albert y otros monjes milenarios. (El monstruo de ayer
custodia la puerta norte; estamos asustados porque pronto llegará la
amenaza, valgos, bonzos y harcos, estamos preparados para la batalla).
Mi perro Albert duerme con sosiego; mi mesa se acerca caminando. Le
entregaré un sobre lacrado al rey de Birmania, en Algodonosa están
pendientes del ataque mortal del señor de esas fieras: Norte, Sur, Este
y Oeste están en guerra.
Autora: Raquel Sequeiro
Reunión en la selva – Christian Lisboa
Se desarrollaba la última sesión de la asamblea de todos
los animales. Con un atraso de tres días, cuando casi todos los
representantes habían presentado su ponencia, apareció el perro,
rodeado de gigantescos mastines.
—Mis disculpas por el atraso —dijo—.
Sólo vengo a decirles que soy el indicado para liderarlos en la gran
cruzada contra nuestro enemigo común, el hombre.
—¿Por qué tú –dijeron todos a
coro.
—Es evidente. He convivido por miles
de años con nuestro enemigo. Conozco todos sus trucos y sus
debilidades. Soy inteligente. Él confía en mí.
—Es verdad –dijeron todos. Y
estaban a punto de elegirlo cuando, de un salto, un gato común se
encaramó en el estrado, diciendo:
—Es verdad todo lo que dices, perro.
Pero el comandante seré yo.
—¿Por qué? –dijo el perro.
—Porque yo hice todo lo que tú has
dicho. Pero mantuve mi independencia.
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