
JUGADORES ANÓNIMOS
Sergio Gaut vel Hartman
Alexei Ivanovich se acomodó en la silla y miró de reojo a su compañero. El tipo lo amedrentaba, pero por fin se animó y murmuró: —¿Cómo te sentiste cuando Einstein dijo esa barbaridad?
—Me sentí pésimo —respondió Dios—. No hay forma de curarse si uno niega la enfermedad, y para colmo, desde el principio de los tiempos venían saliendo unos, unos. ¡Todos unos! ¿Te das cuenta?
—Deberías probar con el ajedrez —sugirió tímidamente Alexei Ivanovich.
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