
AHUEHUETE
José Luis Zárate
Las lágrimas ardían: en las heridas, en la desesperación, en la vergüenza.
Hernán Cortés se sentó bajo el viejo árbol rememorando la desastrosa jornada. Las males por pares, decían. Su huída descubierta por azar. La lucha en Tlacopan, rodeado de guerreros y agua. Y el tesoro que cargaban: hundido, desaparecido. Entre ahogarse y conservarlo muchos de los suyos perecieron. ¿Cuántos cuerpos? ¿Cuánta sangre? ¿Cuánto botín perdido? Lloró abiertamente. Estamos malditos, dijeron los pocos sobrevivientes. Pero suya sería la victoria, se juró. Derribaría a esos malditos salvajes. Sacó su arma y golpeó la madera milenaria del ahuehuete. No más males por pares. No más.
A ninguno de los suyos les sorprendió descubrir, al otro día, que el árbol le había caído encima, matándolo en el acto.
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