ESCALADAJorge Martín
Fue rápido, un leve temblor y sin aviso previo irrumpió un tren, en medio de la sala, arrastró parte de la pared, aplastó muebles, y todo a su paso. Cuando se asentó el polvo, parte había atravesado la habitación contigua y un vagón se detuvo delante del sillón donde estaba sentado. Cubierto de restos, balbuceó para nadie palabras ininteligibles.
Lo único que le faltaba, debía tres meses de alquiler, estaba atrasado en los impuestos, le iban a cortar la luz y el gas. La heladera estaba vacía, nadie le fiaba ni un peso. Lo habían despedido y no conseguía trabajo. Que un tren hubiera invadido su living lo tomo como la culminación de sus desgracias. Sonó un silbato, las luces titilaron, la puerta del vagón estaba abierta. Nada peor podía pasarle. Se levantó y de un salto se agarró del pasamano mientras el tren arrancaba.
Lo único que le faltaba, debía tres meses de alquiler, estaba atrasado en los impuestos, le iban a cortar la luz y el gas. La heladera estaba vacía, nadie le fiaba ni un peso. Lo habían despedido y no conseguía trabajo. Que un tren hubiera invadido su living lo tomo como la culminación de sus desgracias. Sonó un silbato, las luces titilaron, la puerta del vagón estaba abierta. Nada peor podía pasarle. Se levantó y de un salto se agarró del pasamano mientras el tren arrancaba.
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