
GOLEM
Héctor Ranea
Kafka revisaba manuscritos en la cervecería. Suplementando una pata de la mesa encontró un trozo de pergamino escrito en hebreo. Fue a lo de Boris para descifrarlo. Él llevó a Kafka hasta el entretecho de una casa en el barrio viejo.
—Acá vivió el rabino León —dijo Boris
K. vio un ataúd, dentro del cual había una estatua griega de un atleta arrojando el disco con dos manos. Lo miró a Boris, inquisitivo.
—He ahí el Golem, Kafka. El pergamino se supone que le da vida y él te obedecerá. Pero es un atleta bobo, como ves. No veo cómo puede serte útil.
K. pensó que, después de todo, podría publicar ese manuscrito del insecto. Si algunos se hicieron famosos con ese bobo…
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