
LOUVRE
Lucía Coria
Se amaron durante toda la noche en la penumbra cómplice de las salas vacías. Amanecía cuando, recogiendo sus faldas oscuras, regresó al cuadro y colocó sus manos en la forma habitual. Mientras el recuerdo de las horas pasadas le devolvía la célebre sonrisa, el cadáver del sereno comenzaba a enfriarse.
Ahora entiendo por qué sonríe...
ResponderEliminarLindo!
ResponderEliminarQué imaginación, Lucía
ResponderEliminarQuien no sonríe después de eso?
ResponderEliminar