
PIEDAD
Manuel Moya
Todo ocurrió mientras el payaso, minuciosa, litúrgicamente, se ponía la horrible peluca azul-celeste. Así, ya digo, en un soplo. En lo que tarda una bala en atravesar la nuca de un hombre y estrellarse luego contra un espejo que, paff, se hace añicos. Acaso el último acto de piedad de un espejo para no ver cómo se desploma un payaso.
Publicado en Minguante http://minguante.com/
Ilustración: M.C.Escher
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