
EL RITO
Guillermo Marín
La llama comenzó a devorar el cuerpo desde los pies ensangrentados. Luego subió lentamente por las rodillas hasta llegar al huesudo vientre. Allí se frenó por un instante para tomar fuerzas. De ahí en más, todo lo que le quedaba al fuego eran algunos pocos centímetros para terminar de quemar. El hombre escuchó el sonido de sirenas lejanas y sumido en un arrebato de constricción, oyó el canto de un pájaro que se quejaba por el batifondo que lentamente comenzaba a subir la tensión de la media noche. Después de todo, el año siguiente, una nueva estampita con el rostro de un Cristo doliente con los pies ensangrentados, será fuego y ceniza para otro ritual de Navidad.
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