
Hay un momento entre la noche y la primera claridad en que a los hombres les es permitido cambiar su destino. Dura menos de una fracción de segundo y no es lícito permanecer la noche en vela para apresarlo. Su aparición debe ser fortuita.
Dicen que hasta ahora un solo hombre pudo lograrlo. Era un pintor austríaco que, tras haber fracasado en sus intentos académicos, deseó ser el poseedor de millones de vidas.
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