
IMPORTACIÓN
Beatriz Mingo
Bien embutida en su abrigo de piel la señora miró despectivamente al mendigo harapiento que suplicaba limosna.
—¡Hay que ver! —le gritó escandalizada a su marido—. Mírale el código de barras. ¡Ahora los mendigos también los hacen en China! No me extraña que duren tan poco.
—¡Hay que ver! —le gritó escandalizada a su marido—. Mírale el código de barras. ¡Ahora los mendigos también los hacen en China! No me extraña que duren tan poco.
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