
Me sorprende la idea de una ciudad espejada, todas ventanas que me reflejan y que niegan un posible interior. Edificios como torres perdiéndose en lo más azul del cielo. Cubiertos de vidrios que no translucen. La única nota humana son dos tipos que se balancean en un andamio, limpiando las ventanas. Por un momento me reconforta saber que hay algo allá arriba, algo que piensa, que se mueve por una voluntad inteligente, que puede expresar amor u odio o cualquier otra emoción.
Pero luego siento miedo. En todo el tiempo que los observé, ninguno de los dos tipos se rió de nada.
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