
El esperador se instala en las esquinas tumultuosas del centro comercial de la ciudad. Los años cargan sus espaldas de achaques, arrugas, canas y falta de garbo. Sin embargo, aún se viste con toques juveniles: un pañuelo de colores arrollado al cuello, una chaqueta de cotelé, zapatos terminados en punta. Se ubica frente al paso de cebra a esperar las muchachas que corren cuando el semáforo está a punto de cambiar. Así por un instante imagina que corren a sus brazos, arrobadas de amor, totalmente rendidas. Sonríe, cierra los ojos, encantado, y las muchachas pasan a su lado, sin verlo.
Tomado de: http://diegomunozvalenzuela.blogspot.com/
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