
Siempre esperando, tanto que ya no sabía qué. Cansada de pretender que no le importaba, se envió un ramo de flores con una tarjeta que decía “Te amo”. Se lo agradeció de una manera descomunal. Él, como en ese momento no quería que le contestaran, no preguntó. Sólo dijo: “Por favor, mi cielo, es lo menos que te merecés”. Se llamó a silencio y decidió volver a perderse en la cotidianeidad del trapo rejilla y la lavandina. A la noche hicieron el amor, aunque era lunes.
Tomado de: http://adriana-menendez.blogspot.com/
Excelente microcuento.
ResponderEliminarHabla del poder fatal de la rutina, de la cotidianidad, sobre las parejas y el amor, y como irremediablemente el nosotros se va convirtiendo en dos yos, el dialogo en dos monologos, el sexo en onanismos separados, pero por el poder de la rutina aún seguimos juntos, sin saber ninguno por qué
Muy bueno.
Rafa
EX-CE-LEN-TE, pero es que estamos hablando de Adriana Menéndez, señores.
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