
Con las suelas pintadas de polvo de ladrillo, hago picar las pelotitas que simbolizan cada una de mis insatisfacciones. Arrojo al aire, individualmente, la sensación de fracaso por los proyectos abandonados, el agobio por el trabajo, los celos excesivos por la mujer amada, las traiciones injustificadas de mis amigos y el asqueo general por la mediocridad que me rodea. Con cada golpe enérgico de mi raqueta, intento expulsarlas de mi alma para siempre. Vuelan corto, resisten el desalojo. La red se encarga de impedir los resultados esperados de la terapia, y añade, a mi canasta llena de esferas, una nueva frustración.
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