Dos tigres salen a cazar. Una va al sur; el otro, al norte. Al final del día, se encuentran.
Estás herido.
No. La herida eres tú.
La flecha está enterrada en tu lomo, no en el mío.
Morirás antes de que amanezca; ahí reposará tu desvarío.
Yo estoy muy lúcida; puedo oír cómo se te va la vida.
Tu herida se agranda, tus palabras huyen.
Tu corazón se detiene, enamorado.
¿Enamorado?
No era una flecha cualquiera…
El silencio se instala, dividiéndolos. Se miran, y comprenden.
Una corre al poniente; el otro, al oriente.
Tomado de: http://lilielphick.blogspot.com/
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