
En un rapto de lucidez, el escritor comprende que toda esa luz que lo invade, toda esa inspiración que le viene con gran presión es una mera evocación, una pálida venganza de la imaginación que huye sin remedio, que escapa mientras él aún escribe lo que queda del instante, que no dura, que se desvanece en tanto es apenas un viento de imágenes sin asidero. En ese momento atraviesa el umbral, se concentra en la línea que queda bajo sus botas y se lanza a ese abismo. La mayoría de las veces la cuerda no alcanza para llegar al piso y siempre se anuda al cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tratá de que tu comentario sea sobre esta entrada. Asuntos personales (buenos y malos) que tengas con el/la autor/a del texto y/o los miembros de este blog por favor resolvelos por otros canales ya que este no es el adecuado.
Gracias.