
El corazón estaba sobre la mesada de la cocina, algo grisáceo luego de tantos días en el congelador. Tomó el cuchillo eléctrico y lo cortó porcionándolo en lonjas gruesas que luego puso en bandejas de aislapol y selló con alusaplast. Fue una operación limpia y perfecta. Se sintió satisfecha de su obra. Entonces abrió la hielera y metió las bandejas con cuidado, unas sobre otras. Después salió a entregarlas. Una para cada amante que su esposo tuviera en vida. Se merecían un pedazo de su corazón.
Arte:
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