
La víspera de dejar yo la ciudad, ella me invitó a cenar.
—Fueron tres años, después de todo —dijo. «Tu cuerpo es mi casa», recordé haberle repetido, tantas veces, en aquel tiempo. No sé si ella lo pensó también, en esa casa –y en ese cuerpo- que yo había abandonado días antes. Pero no hubo reproches. Y su cuerpo fue de nuevo mi casa. Al salir, de madrugada, sólo me dijo: —Cuídate.
Se portó como una reina que, al desterrarlo, hiciera un último regalo a su bufón.
Publicado en: El guardián del museo. Caracas: Monte Ávila, 1992
Tomado de: http://ficcionminima.blogspot.com/
—Fueron tres años, después de todo —dijo. «Tu cuerpo es mi casa», recordé haberle repetido, tantas veces, en aquel tiempo. No sé si ella lo pensó también, en esa casa –y en ese cuerpo- que yo había abandonado días antes. Pero no hubo reproches. Y su cuerpo fue de nuevo mi casa. Al salir, de madrugada, sólo me dijo: —Cuídate.
Se portó como una reina que, al desterrarlo, hiciera un último regalo a su bufón.
Publicado en: El guardián del museo. Caracas: Monte Ávila, 1992
Tomado de: http://ficcionminima.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tratá de que tu comentario sea sobre esta entrada. Asuntos personales (buenos y malos) que tengas con el/la autor/a del texto y/o los miembros de este blog por favor resolvelos por otros canales ya que este no es el adecuado.
Gracias.