
—¿Qué hace?
—Escribo ficciones. —El ciego mantuvo la vista en el fuego. No quería ser interrogado por aquel hombre que olía a salitre, ese habitante de las tierras blancas, podía adivinarlo, que había venido a reclamar un lugar en la trama de su primera novela.
—Eso imaginé. ¿Por qué no crea un personaje basado en mi vida? Ha sido muy rica, plena de emociones y aventuras.
—No me interesa —dijo el ciego—. Puedo dibujar seres y peripecias sin ver porque las imágenes del infierno permanecen en mi mente. Es inútil. No lo usaría de modelo bajo ninguna circunstancia.
—Es usted testarudo. ¿Qué espera de la vida? —agregó con acritud el visitante.
—Un milagro secreto —respondió el ciego. Permaneció unos segundos en silencio y luego movió la cabeza antes de pronunciar las últimas palabras—. Váyase. Acabo de tomar una decisión: no escribiré ninguna novela.
—Escribo ficciones. —El ciego mantuvo la vista en el fuego. No quería ser interrogado por aquel hombre que olía a salitre, ese habitante de las tierras blancas, podía adivinarlo, que había venido a reclamar un lugar en la trama de su primera novela.
—Eso imaginé. ¿Por qué no crea un personaje basado en mi vida? Ha sido muy rica, plena de emociones y aventuras.
—No me interesa —dijo el ciego—. Puedo dibujar seres y peripecias sin ver porque las imágenes del infierno permanecen en mi mente. Es inútil. No lo usaría de modelo bajo ninguna circunstancia.
—Es usted testarudo. ¿Qué espera de la vida? —agregó con acritud el visitante.
—Un milagro secreto —respondió el ciego. Permaneció unos segundos en silencio y luego movió la cabeza antes de pronunciar las últimas palabras—. Váyase. Acabo de tomar una decisión: no escribiré ninguna novela.
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