Las trajimos a nuestro mundo y rompimos un delicado mecanismo del que ignorábamos todo. Por su belleza, la magia, lo etéreo, lo sutil, lo numinoso están aquí, en un sitio sin depredadores por lo cual su población estalló como nunca lo había hecho, en un mundo en donde faltaban nutrientes del que ellas mismas ignoraban eran vitales, y como nacían caían. Un millón, mil millones. De tal manera que al horror se anuda el alivio. No nos ahogarán, no devorarán cada parte de lo nuestro. Esta mañana vi mil cadáveres diminutos en la acera y sólo sé que, cuando sean pocas, cuando encontrar una sea fuente de maravilla, volveré a apreciar a las hadas.
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