
Cuando el hombre se sacó la tercera máscara la mujer bufó:
—¿Es la última? —dijo la mujer. La cuarta máscara del hombre expresó incredulidad y ella no supo si el gesto correspondía a un sentimiento o era una finta del ánimo—. ¿No lo sabe? Entonces avíseme cuando llegue a la última —completó la mujer.
El hombre se aferró la nariz con una mano y con la otra pinzó su labio inferior. Dio un tirón sin piedad y la piel del rostro se desprendió con un sonido líquido.
—¿Qué le parece? —preguntó.
La mujer, asqueada, contempló la masa de tejidos sanguinolentos que festoneaban los huesos y a duras penas reprimió una arcada.
—Es repugnante —dijo por fin.
—¿Es la última? —dijo la mujer. La cuarta máscara del hombre expresó incredulidad y ella no supo si el gesto correspondía a un sentimiento o era una finta del ánimo—. ¿No lo sabe? Entonces avíseme cuando llegue a la última —completó la mujer.
El hombre se aferró la nariz con una mano y con la otra pinzó su labio inferior. Dio un tirón sin piedad y la piel del rostro se desprendió con un sonido líquido.
—¿Qué le parece? —preguntó.
La mujer, asqueada, contempló la masa de tejidos sanguinolentos que festoneaban los huesos y a duras penas reprimió una arcada.
—Es repugnante —dijo por fin.
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