
El gorro y la bufanda se pusieron de acuerdo este invierno y quieren matarme. Cada vez que salimos a la calle y mamá está distraída, la bufanda me estrangula y el gorro me tapa los ojos para hacerme caer. Pero yo no los dejo y con mis dos manitos les arruino los planes (aunque es agotador tener que luchar contra ellos cada dos pasos para aflojar a uno y acomodar al otro ). No hago más que decírselo a mamá, pero ella se ríe, me lleva la corriente un rato y no hace nada más.
Esta mañana los encontré sobre la silla esperando, pero no estaban solos. Los guantes los acompañaban. Me da miedo pensar en lo que puedan estar tramando.
Que no sufra, que seguro que los guantes sólo quieren estrangular a su madre, por incrédula. Buen relato de Samanta.
ResponderEliminarUn saludo.
O sea que Cortázar tenía razón! Y uno tan incrédulo. Menos mal que Julio no usaba guantes... Buen relato!
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