Pese a dormir toda la noche de un tirón, o debido a ello, me cuesta levantarme de la cama. Me acerco al tocador arrastrando los pasos mientras me froto los ojos con fuerza para salir del sueño e ingresar de nuevo en la realidad. Cuando separo las manos de la cara, el espejo no devuelve mi imagen. Pero eso no me preocupa; lo que me horroriza es descubrir en un rincón del espejo el reflejo de mi cuerpo tendido sobre la cama, rígido e inmóvil, más pálido que de costumbre.
Foto: Museo, El Frutillar, Chile, NR
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