
Iba caminando despacio, con paso rígido, mirando vidrieras sin prisa alguna. Repentinamente algo llamó la atención: ese maniquí era exactamente igual a mí.
Mi sorpresa continuó al mirar en los negocios siguientes, y en todos ellos encontrar mi cara en los maniquíes, fría, sin expresión.
Entonces comenzó a caer el sol, y decidí apurarme; tenía que volver a mi vidriera antes del cierre de la tienda, o me quedaría afuera.
Mi sorpresa continuó al mirar en los negocios siguientes, y en todos ellos encontrar mi cara en los maniquíes, fría, sin expresión.
Entonces comenzó a caer el sol, y decidí apurarme; tenía que volver a mi vidriera antes del cierre de la tienda, o me quedaría afuera.
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