La presión es máxima, pues sólo dispone de un intento. Se lo juega todo en ese salto: su presente y su futuro. Los dedos de sus pies, apoyados en el canto del trampolín, soportan su cuerpo tenso. Respira hondo, toma impulso y salta.
El doble mortal, de impecable ejecución, se enlaza con un difícil tirabuzón y medio dibujado en el aire, consiguiendo un salto casi perfecto. Lo único que le falta para rematar el ejercicio es no salpicar demasiado, y lo consigue: apenas unas pocas gotas de sangre que salen despedidas de su oído cuando impacta con las baldosas de la piscina vacía.
El doble mortal, de impecable ejecución, se enlaza con un difícil tirabuzón y medio dibujado en el aire, consiguiendo un salto casi perfecto. Lo único que le falta para rematar el ejercicio es no salpicar demasiado, y lo consigue: apenas unas pocas gotas de sangre que salen despedidas de su oído cuando impacta con las baldosas de la piscina vacía.
Impresionante! Víctor, ofrezco el sombrero al aire y lo revoleo!
ResponderEliminarMe levanto y aplaudo Víctor. Intenso, espeluznante, trágico...
ResponderEliminarUn saludo indio
Os pasáis, Ogui e Indio. Si llega a caer sin salpicar, ¿qué hacéis? Saludos.
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