
Desapareció; todos los comentarios se arrastraron, como seres vivos, tras la estela dejada por su marcha. Una tras otra, las manchas dejadas por la soledad en su alma, fueron cerrando por falta de negocio; la crisis también se había cebado en ellas y, tras la desaparición de su último cliente, su negocio se fue al traste.
Su paso a otros estadios fue el fin de muchas hegemonías, tanto personales como colectivas, pero eso a él no le importó; seguro que mañana amanecería un nuevo día (o al menos, repetiremos éste mismo en el que nos encontramos), y podría volver a tener la posiblidad de dejar atrás , de nuevo, ciertas cosas que, la verdad, no vale la pena ni nombrar.
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