Es maravilloso observar al enemigo desde arriba, verlo tomar el sol, tranquilo, indolente. Entre sus guardaespaldas se cree invulnerable. A veces, durante el día, apunto mi arma hacia su rostro y lo veo sereno, imperturbable, afortunado. Lo puedo matar asépticamente, mientras sonríe o acaricia a su amante. Yo decidiré cuándo debe partir hacia el infierno. Morirá ignorando que un hombre ofendido lo cuida como un Dios y que vive gracias a su misericordia.
Tomado del blog: http://www.minicuento.com/
Imagen: Salvador Dalí "El horizonte olvidado"
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