En el aire, la espada de Beowulf hacía que el aire se calentase dejando una estela de moléculas partidas. Las fauces de varios monstruos parecían terminar con su vida en cada movimiento nuevo de la hoja feroz, pero el invencible guerrero fue más horrendo que el dragón de las múltiples imágenes y su espada tan veloz que se convirtió en una alada bandeja. Fue en esa bandeja donde sirvió a sus compañeros y sus mujeres, la sangre del dragón cocida por el paso de ese plasma en el líquido de los ojos del animal y la saliva tostada aderezada con algo de sal de su propio cogote.
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