
Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros, nadie reza ni lanza súplicas al cielo. Tampoco hacen señales de humo, ni miran hacia el horizonte.
Los hombres, en cuanto amanece, salen a buscar leña y a cazar. Las mujeres, a recoger frutos y lavar la ropa al río.
Aquí ya nadie espera.
Por eso, el día en que un barco se aproximó a la isla, pasó de largo sin haber visto nada extraño. Tan sólo se trataba de un pueblo intentando prosperar.
Tomado de: http://nocomentsno.blogspot.com
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