Eva se agrió. Era el mejor ejemplar de la cosecha 1935 y esperaba al caballero atildado, de paladar exquisito, digno de saborear su raro bouquet. Esperó demasiado. Lo sé porque toqué su boca. Envolví su verde piel con mis brazos y la bebí. Hasta la última gota. Hasta el rancio sedimento del fondo. Al eructar sentí que Eva sonreía.
Qué lindo cuento. Creo que esperaba que la bebieran, incluso teniendo un rancio sedimento en el fondo, y por eso sonrió.
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