
Entré a la sala de necropsias y el cadáver me esperaba sobre la mesa. ¡Ay!, me sobresalté al ver tanta belleza. Observé, medí y anoté los datos técnicos necesarios. Luego, cuando empezaba a quedarme perplejo sobre esos senos prominentes, firmé el informe y dije listo. Se levantó rápidamente y se encerró en el refrigerador de un portazo.
Tomado del blog: http://www.minicuento.com/
Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo
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