
Tendida sobre la cama articulada, que tiene la elemental capacidad de erguirte o de tenderte por cualquiera de sus puntos medios o extremos, alcancé a ver el amanecer gris a través de la ventana abierta en la pared opuesta.
Sujeta al colchón por cables, electrodos, tubos plásticos, sueros, sedantes y consignas más o menos dulces, más o menos severas de mis guardianes, sentí la necesidad de la suprema libertad. Entonces, dejé mis huesos abandonados allí y salí a buscarla, sola y desnuda, más allá de las fronteras.
Tomado del blog de autores santiagueños En Los Esteros
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