
Muchas veces la mar había soñado con aquél que pudiese contenerla por entero. Este anhelo susurrado en marinas brisas ansiosas, y en insuficiente disimulo a través de mareas a destiempo, la tenían en persistente agitación. Hasta que descubrió a K aguardando en la playa. Pronto quiso tenerlo con su abrazo de oleajes. Pero era tarde: la figura de arena se desbarató, y de aquél que esperaba sólo quedó un remolino de espumas risueñas. Y el vacío.
Jesús Ademir Morales Rojas
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