—No, es un poema —refutó su interlocutor.
—Claro, tan solo estaba usando una metáfora —corrigió, en un tono tan ambiguo que no aclaraba nada.
—¿Metáfora? Más bien me pareció un insulto —su tono se hizo más agrio.
—¿Está usted insultando a mi madre? —la tensión iba en aumento.
—¿Su madre? ¿Y cuándo he nombrado yo a su madre?
—Usted dijo la palabra "insulto" y en ese momento yo pensaba en mi madre.
—Eso es hilar muy fino, caballero.
—¿Hilar? ¿Y dónde está la rueca en este antro?
—Era una metáfora.
—¿Quiere que lleguemos a las manos?
—Por supuesto. Me llamo Arthur Rimbaud —dijo estrechándole la suya.
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