
Y llegó el día de la batidora. A algunos les han metido una cuchara, qué más da, un poco de esto y otro poco de aquello y así revolvieron mis entrañas hasta que alguien dijo “ya está cremoso”. El asunto fue más allá y encima, como si fuera poco, me metieron en un horno a 200 grados de temperatura, me dejaron descansar un rato -como si yo debiera estar agradecido de eso- y me enterraron un cuchillo incontables veces me devoraron me bañaron en jugos gástricos y me cagaron.
Dicen que el destino está escrito para algunos. Aunque yo siempre tuve mis instrucciones al dorso nunca quise saber de ellas.
Imagen de Clarita
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