
La pesadilla era feroz: él mismo, asesinaba a su madre con un cuchillo, mientras la anciana dormía. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra…
Mira la escena y grita, tratando de despertar, como tantos hacemos en las pesadillas más acuciantes: gritamos hasta poder despertarnos.
Él gritó… y despertó… junto al cadáver de su madre, apuñalada por el arma ensangrentada que él esgrimía, en la cama ensangrentada, entre la ropa ensangrentada y su propio cuerpo ensangrentado…
Y volvió a gritar.
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