
Mi automóvil es pequeño. Cuando cierro la puerta me invade una ligera desesperación. Una clara asfixia. Tardo unos cuantos minutos en acostumbrarme a ese encierro y solo una vez que logro abrir al menos dos ventanillas me siento ligeramente dispuesto a manejar. No me gusta el tráfico ni el ruido de la ciudad.
En ocasiones me dirijo hacia el aeropuerto y me quedo en el estacionamiento. Abro las puertas y miro el cielo durante un rato. Más tarde me coloco otra vez el cinturón de seguridad y cierro las puertas sin ponerle seguro a ninguna.
Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tratá de que tu comentario sea sobre esta entrada. Asuntos personales (buenos y malos) que tengas con el/la autor/a del texto y/o los miembros de este blog por favor resolvelos por otros canales ya que este no es el adecuado.
Gracias.