
A Lucía le costó algunos años entender que tanto el amor como la amistad se construían con el tiempo y que, por tanto, era imposible que nacieran así de repente, como lo pudiera hacer, por ejemplo, una flor. Por ello, finalmente se resignó a aceptar que los flechazos eran simples invenciones válidas para ambos casos y que, del mismo modo, tampoco existirían entonces, ni las almas gemelas, ni menos aún, eso de las medias naranjas.
Sin embargo, aquella tarde, todo cambió, sobre todo para Lucía, después de que un chico desconocido le salvará la vida en un cruce de carreteras.
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