
Francamente, los bichos de ocho patas me asquean. No sé cómo hacer para evitar las arcadas. Es como si fueran alienígenas, encima: artrópodos. No hay uno que tenga, como a mí me gustan, las piernas contorneadas por músculos. Si por lo menos tuvieran… pero no… no hay. Revisé todas las enciclopedias, incluso las medievales, revisé todo libro, abierto o cerrado, leído o sin leer por siglos y no. No existen, con alas no existen. Así que ahora, frente a esa araña hembra, no me queda más que cumplir mi destino, acoplarme a ella, para eso se supone que estoy, por más que me rebele. Ser una mariposa en el cuerpo de una araña es demasiado duro para mí, tengo que disimular.
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