
—¡Vieja!— vociferó desde la mesa del comedor—. ¡Las papas queman!
Ella resopló por enésima vez en la cocina y sin pensarlo replicó, gritando aún más alto:
—¡Y esperá que se enfríen, pelotudo!
A continuación, las paredes empezaron a sacudirse, una gran grieta partió los gastados mosaicos del piso y la antigua araña de doce lámparas se balanceó con fuerza hasta caer sobre el viejo. Nada irreparable le hubiera pasado de no ser por esas papas que, atrapadas en su garganta, le impidieron respirar hasta asfixiarlo.
En la televisión que tenía siempre encendida frente a sí, se informaba de un violento terremoto sin precedentes que causó estragos en la ciudad. Aún se desconoce el origen del sismo, añadió el comentarista.
Ella resopló por enésima vez en la cocina y sin pensarlo replicó, gritando aún más alto:
—¡Y esperá que se enfríen, pelotudo!
A continuación, las paredes empezaron a sacudirse, una gran grieta partió los gastados mosaicos del piso y la antigua araña de doce lámparas se balanceó con fuerza hasta caer sobre el viejo. Nada irreparable le hubiera pasado de no ser por esas papas que, atrapadas en su garganta, le impidieron respirar hasta asfixiarlo.
En la televisión que tenía siempre encendida frente a sí, se informaba de un violento terremoto sin precedentes que causó estragos en la ciudad. Aún se desconoce el origen del sismo, añadió el comentarista.
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