Vomitó los ojos y ya nunca los encontró. Tiró de la cadena y alguien rió la torpeza. Le abofeteó pero nunca le golpeó. Dieron media vuelta y desaparecieron. Sus ojos, rotos como añicos de un cristal nunca más aparecieron. Nadie fue impune a los hechos maquiavélicos de aquel asalto al castillo. Ella caminó veloz con sus pies verdes descalzos. Él anduvo despacio con sus pies rojos descalzos y enormes. Nunca se dijeron adiós, lo escribieron invisible en el aire.
Sobre el autor:
Daniel Diez Crespo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tratá de que tu comentario sea sobre esta entrada. Asuntos personales (buenos y malos) que tengas con el/la autor/a del texto y/o los miembros de este blog por favor resolvelos por otros canales ya que este no es el adecuado.
Gracias.