Ansioso por contárselo a mamá, cruza el jardín y corre hacia la cocina. No advierte que la puerta de vidrio está cerrada. La atraviesa. Intentando escupir las esquirlas que se le meten en la boca, tropieza y cae sobre las puntas que asoman desde el borde inferior del marco de la puerta. Un fragmento filoso se clava en la arteria de su brazo derecho. Incontenible, la sangre fluye a borbotones.
Nadie en casa.
Sobre el autor: Fernando Puga
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