Ya sin aliento, el Príncipe recogió del piso la zapatilla de cristal, justo en el momento en que una grieta telúrica lo derribaba. Mientras caía alcanzó a distinguir a lo lejos y contra la luz de los incendios una silueta descomunal. Lo último que oyó fue el estruendo de un coletazo fulminante que arrastraba consigo los alaridos horribles de sus súbditos.
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Rubén Pesquera Roa
Parece que mi minificción se está negando a ser leída. Espero que pueda repararse lo que sea que ande fallando.
ResponderEliminarDe cualquier forma, les doy las gracias y estoy a sus órdenes.
Tal vez ha sido leída, pero la gente es renuente a dejar comentarios.
ResponderEliminarYa se puede leer completo, había unos rectángulos blancos en los últimos renglones.
ResponderEliminarPerdón. No interpreté adecuadamente la observación de Rubén. En efecto, ya se reparó el problema.
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