El hombre tenía la mirada fija en la copa. Afrodita, ya cansada de esperar ser vista, se extirpó sus ojos y los colocó dentro de la copa de él. Ahora sí, seguramente me mirará, pensó la diosa. Luego, con voz seductora le dijo ¿Brindamos? El hombre corrió las dos perlas negras que flotaban en el whisky y exclamó ¡por fin puedo verme nítidamente! Y se empinó la copa. La mesera, al ver la copa vacía, se acerco para decirle: ¿le apetece algo más Sr Narciso? No gracias. El whisky me cayó pesado hoy…
Sobre la autora:
Ana María Caliyuri
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