—Abra la boca, por favor —dijo el odontólogo. El paciente no se dio por
enterado—. Se lo digo por última vez: ¡Abra la boca! —Nada. Indiferencia
total. El profesional devolvió el torno a su sitio y resopló—. La culpa
es mía, ¿a quién se le ocurre haberme especializado en odontología
veterinaria?
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
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