Remigio despertó con la sensación de haber perdido un amor entre los pliegues del sueño. Estaba tan conmocionado por la pérdida que demoró un buen rato en comprender dónde se hallaba. Pero la misma habitación gris de todos los días, colmada de objetos mustios y sin vida, le procuró la respuesta que tanto ansiaba: este es el sueño, Remigio, le dijeron los trapos y las sillas astilladas, los escasos cubiertos y los cuadros oscuros; la existencia real es la que abandonaste al despertar; Leticia, sus labios dulces, sus abrazos, eso es real, ¿entendés? Remigio entendió, pero por alguna razón incomprensible, no pudo volver a dormirse, nunca más.
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
Solo quiero dejar asentado que la veta poética se le da muy bien, don Sergio. Tendría que hacerlo más habitualmente.Bah, si se le canta.
ResponderEliminarNo sé, no sé. En general tengo la máquina apuntando hacia el otro lado.
ResponderEliminarGvH.
¿No le pasará lo que a mí?
ResponderEliminarSoy un duro, y esas mariconadas, me cuestan.Y pa´pior,la verdad, no me salen facilmente.
Interesante: el cuento se publica ahora, pero los comentarios son del 2008. Se ve que mi cronobús anda al pelo.
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