El avión que alquilamos se apagó en pleno vuelo. Cuando caímos en picada, Yanina, en lugar de gritar y sostenerse de su butaca, llamaba al 0800 y puteaba con la boca de una persona criada a la que te dije. Mientras el piloto se partía los brazos intentando nivelar, vi una formación de patos que se reían de la situación: deduje que en esos instantes críticos las realidades e ideas terminan por tergiversarse. Nosotros también cambiamos en el límite ¿o no? Cambiamos y trastocamos su lado predominante. No olvido la risa del pato. Tampoco a las víctimas del accidente.
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Cristian Cano
Hola, Cristian.
ResponderEliminarComo siempre, muy bueno.
Gracias, Nélida. También me gusta leerte.
ResponderEliminarQué mala onda el pato! Qué buen final Don Cano!
ResponderEliminarGracias, Ada. Hace rato que no escribimos nada a cuatro manos.
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